Por Sergio Marcano
Bebiendo tragos de ron blanco de una botella de agua,
atormentado por sus deseos,
desolado por la frustración,
ansioso,
intranquilo y sin paz mental,
David recorre las calles de la ciudad, en busca de sujetos y objetos para su fotografía.
No son las 11 de la mañana y ya está borracho;
como borracho ha estado los últimos 6 días;
como pretende estar borracho todos los días que hagan falta, hasta que se le pase el duelo que siente en el cuerpo.
En una calle de la Candelaria,
se encuentra, por casualidad, con una tienda de artículos de ortopedia,
y por un momento, tomando fotos de maniquíes con formas de mujeres, hombres y niños lisiados,
David logra distraer su mente.
Su teléfono repica y vibra una vez más;
Pero él ya ni siquiera se molesta en mirarlo,
allí tiene innumerables mensajes y llamadas perdidas tanto de Sandra, como de Leo.
Pero el sábado en la noche quedó todo tan claro, que para él ya no tiene ningún sentido decir o escuchar nada más al respecto.
Lo único que queda ahora es tener la entereza suficiente para aceptar las cosas tal y como son.
De nuevo saca la botella de agua y se toma un largo trago de ron.
En medio de una calle, David descubre el cadáver de un perro muerto.
Los gusanos sobresalen por la boca abierta, del animal inerte;
indiferente del hedor de las tripas putrefactas, desparramadas en el pavimento,
David saca su cámara y toma algunas fotos al ras del suelo, con el cadáver del perro en primer plano y la gente pasando por la calle en perspectiva.
Piensa que Caracas sin Leo y Sandra, es un desierto;
e inmediatamente se molesta consigo mismo, por concluir aquello
No funciona coño.
¡Tienes que entenderlo!
Las cosas no son como quieres que sean,
son como son.
Tratando de ahogar su entendimiento;
de no sentir,
de no pensar más,
se bebió todo el ron que quedaba en la botella de agua;
y tambaleándose, en una licorería cercana, compró otra botella de ron blanco.
Sentado en su carro, en un estacionamiento, sucio, oscuro y maloliente, de plaza caracas, exiliado,
perdido en el alcohol,
David echó el ron en dos botellas de agua y en una papelera cercana, se deshizo de las otras tres botellas de vidrio que tenía en el suelo del asiento del copiloto.
Encendió un cigarrillo y lo aspiró con fuerza,
intentando, extraer de cada bocanada, un poco de calma,
de paz.
Fijó “Blue monday” de Orgy en su mp3 player y tomó rumbo a la Guaira.
How does it feel
How should I feel
Tell me how does it feel
To treat me like you do
Avanzando rápidamente entre carros y autobuses,
a través de túneles oscuros,
David se preguntó ¿Cómo coño iba a hacer para arrancar de su mente el recuerdo de sus pieles, de sus abrazos,
de sus caricias,
de sus labios,
de sus sexos?
¡Maldita sea!
Agarró la botella de agua del asiento del copiloto y se tomó otros dos tragos de ron.
Y de pronto, ante él en el horizonte, apareció el mar azul verdoso del caribe,
y eso le hizo sentir aliviado de alguna manera,
respirar de mejor manera.
En un lugar desierto en la costa, justo al lado de la carretera, paró su carro y se sentó en el capó a mirar el horizonte.
Cerró los ojos y disfrutó del viento marino golpeando su cuerpo con fuerza;
sacó un porro de su cartera y lo encendió,
A pesar de toda la tristeza que sentía, estaba decidido a no derramar una sola lágrima por Leo, ni por Sandra;
pero era fácil intuir,
que salir del laberinto en el que estaba,
quitarse esta sensación de rechazo, de soledad y desamor que sentía en el pecho,
no iba a ser una tarea sencilla…
…
Encerrada en su departamento, Sandra pasó todo el día tratando de escribir el artículo de su columna semanal;
pero no podía concentrarse.
No le sienta nada bien psicológicamente que, por primera vez en años, David, no le contestase sus mensajes.
Se sentía sola.
Ella pensaba que las cosas con él podrían haberse enseriado de alguna manera.
Haber funcionado a pesar de todo,
independientemente de Leo y del trío;
porque ella siempre estuvo segura de que David era un heterosexual de closet.
Que la quería lo suficiente como para haber podido intentarlo.
Como parecía haber estado funcionando hasta ahora...
Esta era la primera vez que algo como esto le pasaba.
Nunca nadie la había rechazado;
Siempre tuvo al hombre que quiso;
y eso le hizo creer, que podía tener cualquier hombre que eligiera;
pero no;
evidentemente no era así.
Y la frustración que experimentaba,
en su amor propio,
en su ego,
no le cabía en el pecho.
Pero, lo que le encendía todas las alarmas, era la página en blanco de su computadora.
No podía darse el lujo de no publicar.
Ninguna relación sentimental iba a ser más importante que su nombre,
que su vida laboral.
Eso estaba más que claro.
Decidida, bajó al estacionamiento, subió a su carro y manejó por toda la ciudad tratando de buscar inspiración.
Como todos los días,
desde hacía meses,
los mercados estaban rodeados de colas de gente buscando productos esenciales como harina de maíz, papel toilet o alguna forma de proteína;
todas las gasolineras con largas colas de carros a la espera de la llegada de una cisterna que recargue el combustible,
todas las esquinas con grupos de indigentes regentando la basura,
pocos carros en las calles y avenidas,
poca gente en las aceras.
Temas sociales, de los que ya Sandra había hablado en muchas ocasiones.
Pero entonces, Sandra se dio cuenta de algo que no había notado en la ciudad,
Caracas esa mañana se veía descolorida,
lavada.
Y no era en una calle o avenida,
era en todas la calles, avenidas y autopistas por las que transitaba,
era en toda la ciudad.
Y se quedó pensando en eso,
en cómo habían cambiado los colores de Caracas en todos los años de revolución;
y de pronto,
inspirada,
comenzó a hacer varias notas de voz.
…
Por más que se esforzaba, Leo no lograba recordar, nada de lo sucedido luego de volver de los cayos al hotel;
Tenía un blackout de padre y señor nuestro.
Tampoco entendía porque tenía las manos amoratadas y los nudillos rotos;
ni siquiera recordaba cómo había llegado a su departamento.
Tenía la sensación clara de que algo no estaba bien.
Y esta impresión no hacía más que crecer, en su pecho y en su psique, porque Sandra Y David no atendían sus llamadas, ni respondían a sus mensajes.
Varias veces, los días de trabajo que vinieron después del fin de semana, Leo fue a las oficinas de David y a la de Sandra, pero no los consiguió en el lugar a ninguno de los dos.
¿Qué había pasado la noche del sábado?
¿Por qué no se merecía ni siquiera una respuesta?
Frustrado,
molesto consigo mismo,
pensó que estaba demasiado viejo como para andar como un quinceañero enamorado,
pendiente de ellos dos;
pero, esa noción, no hizo que se fueran de su mente;
¿Se había terminado todo y no lo recordaba?
¿Por qué tenía rotos los nudillos?
¿Por qué no venían a trabajar ninguno de los dos?
¿Estaría todo bien?
Tuvo que esforzarse para concentrarse y hacer el trabajo habitual en su oficina.
Antes de salir del periódico,
tratando de escapar de aquella sensación inusual de vacío y añoranza,
de evitar, a toda cosa, la soledad de otra noche llena de malos augurios y preguntas sin respuestas en su departamento;
Leo decidió llamar a Sofía, una compañera de postdoctorado, con quien eventualmente salía a tomarse unos tragos, conversar y si estaban de ánimos a tener sexo.
Y se fue directo a su departamento,
Pero esa noche la conversación entre ambos le resultó sosa,
monótona,
convencional,
aburrida.
Y se dio cuenta de que Sofía era incapaz de conectarse con nada de lo que él decía,
que siempre la conversación volvía a girar en torno al universo personal de su vida como profesora.
Leo se esforzó por no ser descortés,
pero extrañó la agudeza de Sandra y de David;
sus opiniones destempladas,
su necesidad perenne de debatir ideas y conceptos,
el sentido del humor rebelde de ambos.
Y un poco más tarde,
mientras tenía sexo con Sofía;
extrañó el sabor de los besos de Sandra,
la cadencia de sus caderas,
incluso,
para su sorpresa,
extrañó la presencia de David,
el deseo con el que le besaba y le chupaba, de manera insistente, todos los rincones de su cuerpo,
y toda aquella maraña de sensaciones, hizo frustrante aquella velada;
no solo para él,
también para Sofía.
…
Tarde esa misma noche,
bañado en rojo,
encerrado en su cuarto de revelado,
David trató de concentrarse sólo en copiar imágenes, con el grano y la exposición perfecta cambiando variables de luz, de tiempo, de inmersión en los químicos de revelado.
Algo a lo que podía dedicarse horas,
y que él personalmente consideraba un verdadero arte.
Poco a poco ancianos,
niños de la calle,
hombres y mujeres de diferentes edades,
maniquíes lisiados y el perro muerto en medio de la calle,
se imprimieron en las hojas de papel fotográfico.
Al terminar,
ya entrada la madrugada,
David caminó a su balcón a fumar un cigarrillo y fue inevitable que Sandra y Leo volviesen a su mente.
Y de manera instantánea se llenó de ansiedad y frustración.
Intentando calmarse,
de encontrar su centro,
apretó su cabeza con todas sus fuerzas.
Si tan solo pudiese olvidar todo aquello, como si nunca hubiese sucedido;
como el que se despierta de un mal sueño.
Pero no,
independientemente de todo el ron, de todos los cigarros y de toda la mariguana que había bebido y fumado para evadirse,
el recuerdo de Leo y Sandra seguía allí,
firme,
inamovible en su cabeza y en su corazón.
Tratando de relajarse,
respiró profundamente,
contuvo la respiración,
expiró;
contuvo la respiración una vez más…
En su habitación encendió una lámpara de noche y una luz amarillenta iluminó el lugar;
montañas de ropa desordenada lucían lúgubres en la oscuridad.
David se sentó en la silla frente a un escritorio,
encendió un scanner y digitalizó unas fotografías, que acto seguido envió al Correo electrónico del periódico.
Su teléfono comenzó a vibrar.
En la pantalla del teléfono leyó SANDRA en letras grandes.
Y una vez más no le contestó.
Preparó un porro, con la poca mariguana que le quedaba, y caminó otra vez al balcón a fumarlo.
El amanecer ya se asomaba por el horizonte.
Tomó una ducha rápida,
se puso una franela, un jean gastado y salió para el periódico,
con la intención de evitar cualquier tipo de contacto con Sandra o con Leo.
Pero temprano en la mañana, Leo descubrió el carro de David en el estacionamiento y subió directo a su oficina;
tocó a la puerta, y sin esperar respuesta, entró al lugar.
David no se alegró al verlo.
Estaba molesto con él de una manera definitiva;
en cambio, Leo se esforzó por ser simpático.
LEO: Hey. ¿Dónde estabas?
¿Por qué no me contestan las llamadas?
¿Por qué ninguno de los dos vienen al trabajo?
¿Qué pasó con ustedes?
¿Está todo bien?
David volteó su silla y lo miró con extrañeza;
sin entender, a lo que Leo se refería.
¿Estaba siendo irónico?
DAVID: No entiendo.
¿Qué es lo que me estas preguntando?
Leo Replanteó sus preguntas.
LEO: ¿Cómo llegué a mi casa?
¿Por qué tengo las manos moradas y los nudillos destrozados?
¿Qué pasó la noche del sábado?
David se sorprendió al escuchar aquello.
DAVID: Cómo que, ¿qué pasó la noche del sábado?
Leo negó con la cabeza.
LEO: No recuerdo nada después de que volvimos de la playa.
A David lo embargó una profunda sensación de frustración.
Y con su habilidad única para convertir su miseria, en comedia, lanzó una risotada llena de ironía y de dolor.
DAVID (OFF): ¡El coño de su madre!
Se levantó de su silla y, aunque estaba prohibido fumar en las oficinas, encendió un cigarrillo.
Se esforzó por contener su molestia.
DAVID: Cuéntame algo.
Se le acercó.
DAVID: si tú no recuerdas nada de lo que pasó el sábado…
¿Entonces quién coño se hace responsable de todo lo que hiciste y dijiste ese día?
Leo lo miró de manera franca,
sorprendido por sus palabras,
sin saber qué contestar.
…
Esa misma tarde.
Una vez enviado el artículo de su columna al editor,
Sandra notó que estaba atrasada con su periodo.
Y sacó las cuentas correspondientes.
Tenía al menos cuatro semanas y media de retraso.
Se cuestionó a sí misma por no haberse dado cuenta antes,
pero se excusó rápidamente a sí misma,
el trío había sido, desde el principio, una montaña rusa sexual, emocional, moral.
¿Cómo se iba a dar cuenta de aquello en medio de la vorágine?
Preocupada tomó sus cosas, subió a su carro,
se fue a una farmacia cercana a su apartamento y allí compró tres pruebas de embarazos de diferentes marcas y un litro de agua, que se bebió casi en su totalidad en el interior de su carro, antes de regresar a su departamento.
La primera de las pruebas salió positiva.
Preocupada,
tratando de no adelantarse,
siguió tomando líquido y antes de que cayera la noche se hizo las otras dos pruebas.
En el baño,
mirando los símbolos positivos en las tres pruebas de embarazo,
colocadas una al lado de la otra sobre el lavamanos,
Sandra se quedó petrificada;
porque ella siempre era muy puntual con su tratamiento anticonceptivo.
¿Sería de David?
¿De Leo?
¿Qué sucedía ahora?
Tenía que pensar esto con detenimiento.
Un niño implicaba un cambio radical en su existencia.
¿Era eso lo que ella quería en este momento de su vida?
¿Convertirse en madre?
…
Tratando de evadirse, Leo decidió no regresar a su apartamento y se quedó en la oficina resolviendo pendientes de su trabajo;
de su tesis de postdoctorado;
la soledad de su departamento era impensable en ese momento.
Y la pregunta de David se repetía una y otra vez en su mente, llenándole de ansiedad y frustración:
¿Quién se responsabiliza de todo lo que hiciste y dijiste?
¿Pero qué coño había hecho?
¿Qué coño había dicho?
Y el foso de oscuridad en su memoria, poco a poco se volvió ominoso;
Y esta ausencia de respuestas, le hacía entender claramente que tenía un problema complejo e impostergable con el alcohol.
…
Al octavo día sin dormir,
cansado,
herido,
al regresar de deambular por la calle,
aun hiperquinético;
David decidió aplacar el incendio que ardía en su mente,
caminó al botiquín del baño, agarró 3 somníferos y se los tomó.
Luego se fue a su cuarto, encendió el televisor y se echó en la cama, a esperar que las pastillas hicieran su efecto.
Maduro estaba encadenado.
David resopló indignado; ¿Cómo podría ser esto peor?
Apagó el televisor y se quedó mirando el techo.
¡Maldito trio!
¿Por qué coño se había metido en este peo?
…
Como si fuese en cámara lenta, una botella de ron se estrelló contra la pared;
los pedazos de vidrios cayeron al suelo sonando estrepitosamente,
iracundo, bañado en sangre, Leo tiró los muebles y destrozó toda la habitación;
Despeinada y con el maquillaje corrido por el rostro, Sandra se tambaleó borracha riéndose irracionalmente.
…
Completamente sudado; David se despertó asustado sobre su cama.
Miró el reloj, eran las 2.32 A.M.
Su teléfono comenzó a repicar justo en ese mismo momento.
Era Sandra,
drogado por las pastillas,
entre adormilado y despierto,
sin pensar,
respondió al teléfono.
Y Sandra le dijo de manera directa que estaba embarazada.
David se espabiló en un segundo;
DAVID: ¿Qué?
SANDRA: Ya oíste.
David se paró de la cama,
con el corazón latiéndole con fuerza dentro del pecho.
DAVID: Ya salgo para allá.
Y torpemente comenzó a ponerse un pantalón.
SANDRA: También voy a llamar a Leo.
David prefirió no decir nada al respecto.
DAVID: Te veo en un rato.
…
En su carro, avanzando por autopistas desiertas,
de camino a lo de Sandra,
Leo, tenía una sonrisa dibujada en el rostro.
¡Un hijo a sus 50 años!
Pero ¿Un hijo con una madre y dos padres?
Se miró en el espejo retrovisor.
¿Qué querría hacer Sandra?
Obviamente estaba pensando en tenerlo, de lo contrario, ¿Para qué avisarles a los dos?
¿Sería de él o sería de David?
Su cabeza estaba llena de preguntas.
…
David llegó al apartamento de Sandra a golpe de 3 de la madrugada;
fumando y bebiendo de un vaso grande de café negro.
Leo ya estaba en el lugar.
David, que seguía molesto con él, le saludó de lejos y sin acercarse.
En cambio, Sandra se le acercó y le abrazó.
David la abrazó también.
DAVID: ¿Cuántas semanas tienes?
SANDRA: Cinco o seis.
No lo tengo claro.
Leo se sintió un poco celoso de aquel abrazo,
de la confianza y la intimidad entre ellos dos.
LEO: ¿Qué se hace entonces?
Sandra se separó de David y miró a Leo.
SANDRA: Yo he estado pensando mucho sobre eso.
Y hay dos opciones claras en mi mente.
Hace una pausa,
Leo y David la miraron expectantes.
SANDRA: Una es que lo tengamos y lo criemos entre los tres;
porque en ese espíritu, esta niña o niño fue concebido.
La otra…
Es abortarlo;
que cada quien siga su camino.
Y no volver a hablar de esto nunca más …
Los tres se miraron en silencio, los unos a los otros.
DAVID: ¿Sabes que este Sr. no recuerda nada de la noche del sábado?
SANDRA: Yo le acabo de contar un poco de lo que hizo.
Y me dijo que se iba a disculpar contigo…
DAVID: ¿De lo que él hizo?
David se rió sorprendido…
DAVID: ¿Y tú no hiciste nada?
Sandra y Leo miran a David a la expectativa de lo que va decir.
DAVID: No se puede, ni siquiera pensar, en la posibilidad de tener un hijo entre los tres,
si no aceptamos de verdad al tercero;
y no es solo sexual la barrera que nos separa,
también es afectiva.
Leo miró a David y a Sandra y se apresuró a decir,
LEO: Tú sabes que yo he estado intentando esto de nosotros tres con muchísima seriedad;
lo sabes.
David asiente y dice con ironía.
DAVID: Puede ser… Pero entonces sucede el sábado, que no recuerdas,
en el que me dejaste muy claro que, a ti, solo te interesa Sandra
y en el que Sandra también aprovechó para dejarnos bien claro a ti y a mí, que a ella solo le intereso yo…
Leo miró a Sandra sorprendido.
Sandra intentó justificarse.
SANDRA: Eso no fue tan así…
David negó con la cabeza.
DAVID: A ninguno de ustedes dos les interesa de verdad estar en un trío.
¡Y por supuesto que yo los entiendo!
Porque esto,
Hace un gesto englobándolos a los tres.
DAVID: nosotros tres…
¡Es una soberana locura!
Leo se acercó a David;
y David sintió una ola de ansiedad y de molestia, recorriéndole su cuerpo.
LEO: Ese del sábado no era yo David…
Y estoy seguro de que a Sandra le pasó lo mismo.
El alcohol nos intoxicó el entendimiento a los dos…
Sandra se apresuró a secundar a Leo.
SANDRA: Eso es verdad David, el sábado todos estábamos demasiado borrachos,
tú también.
David los miró lleno de sentimientos encontrados.
Sería tan fácil olvidarlo todo,
reunirse con ellos dos en un abrazo, besarlos y hacerles el amor una vez más;
pero sus sentimientos, no podían ser más grandes que su amor propio,
ese camino no podía terminar bien de ninguna manera.
DAVID: Los dos pueden decir lo que quieran,
pero eso está en algún lugar de sus mentes.
Y yo no tengo ánimos de desgastarme luchando para tumbar esas barreras si ustedes mismos no ponen de su parte…
LEO: Yo ayer decidí que voy a dejar de beber.
No puedo permitirme que un blackout como este me vuelva a suceder…
Menos si echo a perder mi relación con ustedes en el camino...
Molesto.
DAVID: Llega un poco tarde esa decisión.
Leo miró a David contrariado.
SANDRA: Independientemente de lo que yo haya hecho o dicho el sábado,
Leo también sabe que, poco a poco, yo he ido aprendiendo a quererlo…
LEO: Y yo sé que es así.
Molesto.
DAVID: Bueno, ya ustedes están claros en lo que quieren hacer, entonces...
LEO: Yo no he dicho una palabra sobre eso.
SANDRA: Además la decisión final depende de los tres.
No solo de Leo y de mí.
DAVID: Pues yo voy a necesitar un poco de tiempo para pensar todo esto.
SANDRA: Yo no me imaginaba, que ninguno de los dos, tuviese una respuesta esta misma noche, yo misma me tarde al menos dos días en procesarlo y entenderlo todo…
Pero sí quiero que piensen muy bien sus respuestas;
porque lo que sea que decidan va a tener repercusiones radicales.
Yo recomiendo una conversación honesta entre ustedes;
un polvo o dos, si es lo que hace falta para que todo esté más claro.
David y Leo se miraron el uno al otro.
DAVID: A lo mejor ustedes dos necesitan la misma terapia.
Sandra y Leo también cruzaron una mirada.
…
Justo antes del amanecer,
saliendo de casa de Sandra,
David manejó al Ávila y subió hasta un mirador en el cerro,
salió de su carro y encendió un cigarrillo, pensando que tener un hijo en esta sociedad fallida, injusta,
tercermundista,
tropical
y pseudo revolucionaria no era una buena idea.
David se tomó un trago de ron pensativo.
Y en solo instantes el sol despuntó tiñendo de amarillos y de naranjas el cielo caraqueño.
David sacó su cámara y al ver el primer detalle de la esfera solar, le tomó una foto;
otra,
y otra.
¿Tendría él la madera para ser un buen padre?
¿Para formar la mente de un ser humano sin convertirlo en un psicópata?
Se quitó la cámara de la cara y caminó al carro cuestionándose a sí mismo;
¿Qué sentido tenía planificar una vida con un heterosexual, que no tenía nada para ofrecer?
Una ola de vacío y frustración le recorrió el cuerpo de la cabeza a los pies.
Subió a su carro y bajó una vez más a la ciudad.
…
Leo, en cambio, llegó a su oficina sintiéndose eufórico,
la posibilidad de ser padre había calado profundo en su mente.
10 años antes, también lo había deseado,
pero esos sueños se extinguieron al segundo aborto involuntario de su ex mujer;
y ya nunca se le presentó de nuevo una oportunidad similar;
por lo que terminó por olvidarse de esa posibilidad.
Aunque David también había tenido sexo vaginal con Sandra, algo en su cabeza, le decía que el hijo que venía al mundo podía ser suyo.
Sus padres se pondrían tan felices, si ese niño llegase a nacer.
Pero solo un momento después, mientras trabajaba en su escritorio, a Leo se le ensombreció el rostro.
Y ¿Qué pasaba si el niño era de David?
¿Él bebe también seguiría siendo suyo?
¿A pesar de no ser su sangre, podría quererlo?
¿Qué dirían los papeles de identificación legal del niño?
Evidentemente la legislación venezolana no aceptaría que un tercer padre figurara en el documento oficial.
Y se quedó reflexionando en todo eso,
dando vueltas al asunto todo el día.
Ya entrada la noche Leo entendía aquel rompecabezas de una manera diferente.
Esta paternidad compartida por dos padres y una madre no podía pensarse de una manera tradicional, porque no lo era de ninguna manera;
porque exigía de él un compromiso honesto para reformular sus maneras de pensar,
para hacer cambios profundos en su percepción de las cosas,
en su vida en general.
Un compromiso complejo, que él había estado transitando, con traspiés, desde que comenzó toda esta historia, insensata, del trío.
Pero, ¿Cómo iba a hacerle entender a David? que, independientemente de lo que hubiese sucedido el sábado en la noche, él estaba dispuesto a intentar que las cosas funcionaran entre los tres.
A quererlos,
a tener un hijo con ellos dos.
…
Al final del día siguiente Leo se fue a la oficina de David y lo invitó a cenar en un pequeño restaurante de comida tailandesa en Chacao.
Pero David justo esa noche, tenía que pernoctar en una cola para echar combustible en una gasolinera de Santa Mónica.
Leo le dijo que podía acompañarlo sin problemas.
David estaba reticente, pero aceptó; porque le ponía paranoico pasar la noche solo en ese lugar.
Solo un rato después,
mientras bajaba en el ascensor,
antes de encontrarse con Leo en el estacionamiento del periódico,
David se pidió a sí mismo, darse la oportunidad honesta de averiguar, si de verdad había un camino para entenderse y resolver todo aquello;
o, para entender, de manera pragmática y racional,
que doliese lo que doliese,
había que desechar definitivamente la idea del trío y de la paternidad.
…
Después de un rato en la cola,
ubicados como a una cuadra de la gasolinera;
ambos decidieron salir del carro e ir a un supermercado cercano a buscar alguna cosa que picar;
pero a pesar de que la entrada del lugar estaba custodiada celosamente por militares que portaban armas largas,
adentro,
en todos los estantes,
no había más que cloro y detergente;
decepcionados, ambos salieron y caminaron a un café cercano;
pero los precios de un sándwich, una empanada o un tequeño, eran exorbitantes y nada de lo que se vendía en el lugar tenía la apariencia de ser fresco o recién hecho.
De regreso al carro,
con las manos vacías,
sintiendo una vez más la cotidiana opresión de la decadencia revolucionaria,
Leo encendió la radio, buscó en el dial, un partido de béisbol;
y al encontrarlo se acomodó en el asiento con ánimos de escucharlo;
Mientras que David, a su lado,
frustrado, aburrido,
se evadía, leyendo twitter en su teléfono,
tratando mantener la boca cerrada para evitar cualquier forma de confrontación con Leo.
LEO: Caracas está de capa caída esta temporada.
Desinteresado.
DAVID: ¿Van a perder la temporada?
LEO: Sí, seguro ganan las águilas del Zulia…
De pronto el teléfono de David comenzó a repicar.
Era Sandra.
Él se incorporó en el asiento y le contestó.
DAVID: Hey.
SANDRA: ¿Cómo están?, ¿Cómo va la pernocta?,
Al escuchar la voz de Sandra Leo se alegró y la saludó.
LEO: ¡Hola Sandra!
David lo miró irritado.
DAVID: Todo bien”ish”.
En la revolución eterna…
¿Cómo estás tú?, ¿Cómo te sientes?
SANDRA: Un poco mareada pero bien.
¿En qué gasolinera era que estaban?
DAVID: En la de Santa Mónica.
SANDRA: Estoy pendiente de ustedes.
Avísame si necesitan cualquier cosa.
Al cortar la comunicación,
harto de escuchar el partido de béisbol,
David salió del carro a estirar las piernas y fumar un cigarrillo.
A la tercera calada,
pensó que estar allí junto a Leo no tenía ningún tipo de sentido,
que toda esta historia del embarazo era completamente absurda.
Como absurdo había sido meterse en toda esta historia del trío desde el principio.
Cuando se terminó el cigarrillo, entró de nuevo al carro y decidió, dejar de darle largas a la conversa que les unía allí esa noche;
a poner las cartas sobre la mesa.
DAVID: Entonces Sr. Leonardo,
cuénteme a ver si logro entender,
Y empecemos de cero, porque es evidente que mi entendimiento no alcanza para tanto…
¿Qué hace un heterosexual metido en un trio con otro hombre?
Leo resopló,
y se tardó unos segundos en responder,
sopesando su respuesta,
decidido a ser lo más honesto posible.
LEO: …Nada de lo que sucedió entre nosotros fue premeditado David.
Tú lo sabes…
Regálame un cigarro.
DAVID: Tú no fumas.
LEO: No importa.
David le pasa la caja de cigarros y el encendedor.
Leo sacó un cigarrillo, lo encendió y le dió una bocanada.
LEO: ¡Ahg! Qué espanto el cigarrillo…
Da otra bocanada, hace una pausa;
y expiró el humo con parsimonia.
LEO: …Yo me metí en el trío porque pensé que los dos nos queríamos coger a Sandra.
Yo no sabía que tú eras gay.
No se me cruzó por la mente que tú me ibas a querer coger a mi.
Y cuando me di cuenta de eso ya era muy tarde para dar marcha atrás…
DAVID: Ok. A lo mejor yo puedo entender eso la primera noche…
Pero eso no explica todo lo que vino después.
Por lo que vuelvo a preguntarte:
¿Qué hace un heterosexual metido en un trio con otro hombre?
Leo se esfuerza por entender lo que siente David.
Por ser conciliador y más maduro.
LEO: ¿Este va a ser el tono de nuestra conversa?
David sonríe molesto.
Pensado que era un despropósito si quiera intentar tener esta conversa con Leo, y le dijo con ironía.
DAVID: Ahora que me haces esa pregunta;
¿Sabes que pienso cada vez que te veo,
cada vez que hablo contigo después del sábado?
Leo negó con la cabeza.
DAVID: Qué la novela del Dr. Jeckyl y Mr. Hyde perfectamente podría ser una alegoría de un alcohólico...
Leo se mira los nudillos rotos y los morados de las manos.
Y en ese mismo momento lo embarga una punzante sensación de frustración por no recordar nada de lo que hizo la noche del sábado.
LEO: David, ya nunca vas a volverme a ver en ese estado.
Te lo juro.
Leo hace una pausa.
LEO: Y, sí yo volví la segunda y la tercera noche seguro que fue por ver a Sandra,
pero aquí estoy haciendo esta cola contigo,
¿Por qué?
David niega con la cabeza ignorando genuinamente la respuesta.
LEO: Porque a pesar de que yo nunca me había imaginado que podía estar con otro tipo,
tú poco a poco abriste esa posibilidad en mi cabeza;
Tratando de relajarse, David enciende un cigarrillo.
De pronto Maduro se encadenó en la radio y Leo la apagó.
LEO: ¿Recuerdas que el sábado en la mañana, les dije a los dos que me gustaban?
¿Que los quería?
Esa es la verdad.
Así es como me siento.
Me despierto pensando en ustedes,
me acuesto pensando en ustedes.
David asiente, sopesando en su mente lo que escucha, con lo que siente.
LEO: Tienes que creerme,
independientemente de lo que haya dicho Mr. Hyde cuando yo estaba borracho,
yo no estoy cerrado a quererte;
como nunca he estado cerrado a nada en mi vida.
Nunca.
Y por eso estoy seguro de que Sandra también me puede querer a mí…
Porque el corazón del ser humano es así de grande.
David permanece en silencio unos segundos.
DAVID: Te estoy escuchando Leo.
Y te juro que estoy tratando de procesar todo lo que me estás diciendo.
Un carro de color blanco salió del inicio de la cola y todos los carros delante de David se movieron unos metros.
Al encender el carro se encendió el reproductor de mp3 del carro y comenzó a sonar
“Completely, Sweetly” de The dead south.
LEO: ¿Qué es esto?
DAVID: Folk yankee.
Leo permanece en silencio escuchando el hipnótico banjo en la canción.
Estacionándose un poco más adelante en la cola, David se preguntó a sí mismo sí mismo, ¿Si podría olvidar la noche del sábado?
¿Pasar la página?
Y preguntó.
DAVID: ¿Cómo crees que va a funcionar eso de la nueva sobriedad?
¿Si, todo lo que llevamos juntos ha sido una gran borrachera…?
Leo creyó percibir que algo había cambiado en el tono de voz de David,
algo de posibilidad,
y se alegró.
LEO: Parar la fiesta termina por suceder en todas las relaciones.
Más con un chamo en el horizonte.
Leo agarró la botella de agua de David y se tomó un trago de ron por error que le hizo toser repetidamente.
David lo miró sonriendo.
DAVID: Y ¿Que pasa contigo o conmigo si el chamo es del otro?
Recuperando el aliento;
LEO: Yo pensé exactamente en eso mismo,
Tose una vez más.
LEO: …La madre siempre el centro y a su lado el padre biológico,
¿Qué pasa con el padre alterno…?
DAVID: Exacto.
Leo negó con la cabeza.
LEO: Pero, también pensé que no podemos verlo de esa manera,
Porque, desde allí, lo único que está garantizado es el fracaso…
David lo mira con interés.
LEO: Sobre todo a ti y a mí, nos toca mirarlo, desde la necesidad y la ternura, que ese niño, que va llegar indefenso al mundo, va a necesitar…
Leo hizo una pausa.
LEO: Y el amor de ese chamo, seguro que va a alcanzar para los tres.
Yo le enseñaré a jugar futbol, tú a hacer fotografía y Sandra a pensar, a escribir…
De verdad sería un error no compartir esa responsabilidad de manera equitativa;
porque de ese mismo modo, compartimos el sexo que lo trajo al mundo…
Sandra en eso tiene toda la razón.
David se conmueve al escuchar aquello de los labios de Leo.
Y la idea de tener un hijo, de pronto, comienza a abrirse espacio en su mente.
DAVID: ¿Y tú, de verdad, nos ves teniendo esa vida a los tres?
¿Tú lavando la ropa,
Sandra cambiando los pañales del chamo,
mientras yo trabajo para llevar el pan a la casa?
Leo sonríe,
entiende claramente que sigue recuperando la confianza de David.
LEO: Si, puedo verlo,
no se si exactamente de esa manera,
pero sí, claro que sí,
puedo ver algo parecido,
totalmente…
DAVID: Me preocupa el sexo dentro de esa fantasía familiar...
Porque yo no soy un santo,
ni un beato,
a mi me gusta coger en todas las ecuaciones posibles.
LEO: No entiendo de qué me hablas…
¿No hemos hecho todo lo que hemos querido hasta ahora?
¡Ya a mi no me queda ninguna virginidad que entregarles!
David se ríe y mira a Leo intensamente,
enamorado.
LEO: Yo no soy religioso David, pero creo que esto del chamo es una bendición…
Y tengo la sensación de que el destino nos está diciendo que traer ese bebe al mundo es lo que tenemos que hacer.
Y, al menos yo, no quiero desoírlo…
Y me gustaría que tú tampoco lo hicieras…
En ese momento les tocan la ventana de la parte de atrás del carro.
David mira por el espejo retrovisor en la puerta del carro, y descubre a Sandra.
Sorprendido, abre los seguros y ella entra y cierra la puerta;
David pone los seguros una vez más.
SANDRA: ¡Jelou!
Les traje café;
No quería estar sola, encerrada en la casa…
DAVID: Bien.
The more the merrier.
Sandra les acerca una bandeja de cartón con dos vasos medianos, tapados, llenos de café negro.
David agarra la bandeja, coloca el café sobre el panel del control del carro.
DAVID/LEO: Gracias.
David toma una bolsa de azúcar, abre la tapa y la vacía sobre el vaso de café, la mueve con un removedor.
Leo hace lo mismo.
SANDRA: ¿Hablaron?
¿Arreglaron todo?
¿Vamos a tener un bebe o un aborto?
Leo no levanta la mirada del café.
Una enorme cisterna de gasolina pasa al lado de David y dobla dentro de la gasolinera.
SANDRA: Ya quiero saber…
Despejar este misterio…
¿Qué dices tú Leo?
David toma un sorbo de café y mira a Leo.
Leo les sonríe a los dos.
LEO: A mí me gustan mucho los niños.
Y yo tengo mucha paciencia en general…
Ya solo por eso, yo creo, que podría ser un buen padre…
Yo sí quiero tenerlo,
Yo voto por tenerlo.
Me encantaría tener un chamo…
Y seguro que sería una aventura tenerlo con ustedes dos…
David miró a los trabajadores de la cisterna y de la bomba, que comenzaban a descargar el combustible en el tanque de la estación.
La gente que conversaba afuera de los vehículos poco a poco comenzó a entrar a los carros, ante la inminente venta del combustible.
Sandra miró la actitud de David y prefirió no preguntarle directamente,
en cambio, ella expresó su parecer.
SANDRA: …Yo también creo que podría tenerlo.
Se que lo, o la voy a volver loca, porque soy muy controladora,
pero seguro que, niña o niño, lo voy a querer.
Y a mí me daría mucha seguridad estar acompañada por ustedes dos…
Independientemente de lo que diga mi familia…
Tomando un sorbo de café, David se imaginó a los tres saliendo del hospital con el bebe en brazos.
DAVID: Ustedes siempre se ponen de acuerdo primero que yo…
Mi entendimiento funciona de una manera distinta…
Y de pronto la cola de carros comenzó a avanzar.
David encendió el carro y comenzó a moverse hacia adelante poco a poco;
agarrándose con fuerza del volante.
Sandra y Leo lo miraron expectantes.
DAVID: Yo no sé si tengo madera para ser padre…
Pero sí sé qué los quiero a los dos,
qué me cuesta un montón no verlos,
no hablarles,
no estar con ustedes,
porque los quiero más de lo que he querido a nadie en esta puta vida…
Hace una pausa.
DAVID: Seguro que lo que voy a aportar a la mente de ese chamo será puro caos,
pero bueno…
Seriamos dos papás y una mamá,
así que yo le daré el mal ejemplo y luego tú y Leo enmendaran las cosas…
En un impulso, lleno de alegría por lo que escucha, Leo se acercó a David y le dió un beso en el cachete;
David lo aparto de él con cierta aprehensión y le aclaró.
DAVID: Tú y yo estamos lejos de estar bien.
Leo, asintió mirándole fijamente,
con la certeza clara, de que podría volver a ganarse su confianza.
En la parte de atrás del carro,
Sandra, se recostó del asiento suspirando aliviada por no tener que abortar;
y con los ojos llenos de lágrimas;
se permitió, disfrutar por primera vez, de aquel extraño vértigo que le producía la gestación que apenas comenzaba dentro de su vientre.
Avanzando poco a poco hacia la bomba de gasolina, los tres se miraron los unos a los otros llenos de expectación.
Una nueva etapa se abría de pronto delante de ellos.
FIN / THE END
No hay comentarios:
Publicar un comentario