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jueves, 27 de octubre de 2022

El sepulturero del campo santo en la montaña

Por Sergio Marcano.

Juan Francisco nunca sirvió para el liceo.
No era por falta de inteligencia, porque él siempre fue un muchacho bien despierto, sino simplemente porque no le gustaba estudiar.
Cuando se decidió a dejar de ir al bachillerato estaba por presentar los exámenes finales del segundo año.

Su madre, Josefina Morales, fue muy enfática al momento decirle que si no servía para el estudio, tendría que servir para trabajar; pero que en su casa no se quedaría sin hacer nada.

Lleno de orgullo, pero decidido a no volver al salón de clases, Juan Francisco comenzó a buscar trabajo.
Primero probó suerte en los campos de cultivo; en donde colaboraba en todo lo que hiciera falta, sembrando, cosechando, atendiendo a las vacas, los cerdos, las cabras y las gallinas.
Luego como caletero en el mercado municipal, descargando la mercancía de los camiones, reces, pollos, verduras, frutas.

Pero en ninguno de esos trabajos se sintió a gusto. 
Ni tampoco ganó mucho dinero.

Entonces, por referencia de su vecina, la señora María Lorena de Avendaño, Juan Francisco conoció al Sr. Alberto Montero. Un hombre ya mayor, de pocas palabras y apariencia sencilla. Una persona muy respetada en la comunidad, porque siempre ayudó desinteresadamente a todos lo que necesitaron de él en los 50 años que llevaba como sepulturero.
Y tan solo unas horas después de ese breve encuentro; justo al amanecer del día siguiente, Juan Francisco comenzó a trabajar como su ayudante en el campo santo; primero desmalezando, luego abriendo huecos y zanjas de distintos tamaños, todo esto según se fuera necesitando.
 
De eso hace hoy ya 23 años.

jueves, 20 de octubre de 2022

El Funeral de Romina

Por Sergio Marcano.

Romina tiene 64 años.
Desde hace ya unos tres años, luego de la trágica muerte de su marido en un aparatoso accidente de tránsito en la Autopista Regional del Centro, vive sola en un pequeño apartamento de Altamira.

A veces su hijo Jaime la visita.
Ella le cocina sus platos favoritos, dulces y salados, e incluso otros para que se lleve y comparta con su mujer.
Pero Jaime nunca se queda demasiado tiempo.
Él siempre está apurado y con algo pendiente por resolver.
 
Romina no le dice que se siente sola.
Que está triste, deprimida.
Que no tiene ánimos de leer, de ver televisión, ni de hacer nada.
Que ya ni siquiera quiere cocinar para ella misma.
Y ese abandono se ve sobre todo en las matas del balcón, que luego de cuidarlas por años, se han ido secando una tras otra.

jueves, 13 de octubre de 2022

Historias de tapaboca.

Por Andreina Gutiérrez.

I

              La vecina de la cuarta vereda la saluda por la mañana, apenas la reconoce, apenas se da cuenta del 'buenos días', ella intenta hacer un gesto de último momento para no quedar como antipática, pero ya es tarde cuando se acuerda que el tapaboca bloqueó por completo su sonrisa diplomática. Andrea sabe que igual todo el mundo en la pequeña urbanización la cree muy sifrina y egocéntrica, ciertamente ella no habla con nadie, no es amiga de nadie, no visita ninguna casa vecina, más de la mitad de su vida allí y básicamente no conoce a casi nadie. En realidad no es por ego, es una mezcla maldita de timidez y sumisión a su familia, un enfermizo comportamiento de encierro toda su vida, exacerbado por la cuarentena. Gestos débiles, medias sonrisas, miradas bajas, suelen sustituir en ella cualquier palabra de saludo a los vecinos, ese primer contacto con el mundo, antes de salir al mundo.