Por Sergio Marcano.
Una madrugada calurosa,
exactamente a las 3 am,
la hora contraria de la muerte de Jesús de Nazaret en la cruz;
en el interior de una cabaña de bahareque;
ante un altar repleto de santos cristianos y santeros,
así como un sin número de velas y velones de distintos tamaños,
la matriarca Graciela, una anciana (83), con rasgos indígenas y de cabellos completamente blancos,
frota una foto de Elías con un líquido espeso de color rojizo.
Las paredes y el piso alrededor del altar están llenos de marcas blancas y negras:
cruces invertidas,
espirales,
pentagramas,
ojos,
triángulos.