Por Sergio Marcano.
Iluminadas por lámparas de querosén y por la luna, cuatro embarcaciones pescan unas cerca de las otras.
En uno de los botes Eva mira al cielo, de un lado al otro, preocupada.
EVA: Hay un silencio raro esta noche…
¿No les parece?
Prestando atención a las palabras de Eva, César también mira a su alrededor, pero no nota nada raro y prefiere concentrarse en la faena.
CÉSAR: Ayuda corazón…
Entre todos, sacan una pesada red de las aguas,
lo peces atrapados en ella, se agitan desesperadamente, tratando de respirar.
Eva comienza a soltarlos de las redes y a arrojarlos en el centro del barco;
César, Alirio y Alexis hacen lo mismo.
ALIRIO: Estos pescados están raquíticos.
CÉSAR: ¡Están buenos para hacer sancocho!
Alirio se ríe.
ALIRIO: ¡Ay compadre!
Este país está empavado…
CÉSAR: ¿¡Como va a decir eso compadre!?
Si, estamos mejor que nunca.
Alirio resopla completamente desacuerdo, pero prefiere no caer en polémicas y mantiene su boca cerrada;
en la red un pequeño bulto de papel aluminio atado con hilo negro; llama su atención.
Alirio lo desprende cuidadosamente y comienza a abrirlo con las dos manos;
en el interior del papel metálico hay 3 muelas, un largo mechón de pelo negro, y las vísceras sangrantes de un animal.
ALIRIO: ¿Que verga es esta?
César y Alexis miran con asco y curiosidad el paquete de aluminio en la mano del pescador;
Eva se persigna.
EVA: Cierre eso tío y láncelo al mar…
Eso es brujería…
¡Una maldición que no tiene que ser para ninguno de nosotros!
Alirio mira a Eva con seriedad;
Eva asiente.
Alirio cierra el aluminio con el hilo negro,
y lo lanza de nuevo al mar.
ALIRIO: ¡Qué Dios nos libre de todo mal!
EVA/CÉSAR/ALEXIS: Amén.
Todos en el barco se persignan.
…
Argelia (54), una mujer entrada en carnes, reza con un rosario de cuentas blancas, frente a una replica de la virgen del valle, iluminada por dos velas blancas, en un pequeño altar.
ARGELIA: Creo en Jesucristo, su único hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo…
Hace una pausa.
ARGELIA: Virgen, por favor…
Devuélveme a mis hijos en una sola pieza…
La mujer comienza a llorar de manera contenida.
ARGELIA: Ayúdame virgen del valle; madre sagrada, madre celestial… Yo te cambio mi vida por la de ellos…
te lo pido con el corazón,
te lo pido de rodillas…
Afuera de la casa se escuchan gemidos/gruñidos como de animales.
La mujer continúa rezando.
ARGELIA: …Que nació de María Virgen, sufrió de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muertos.
El Sr. Víctor se aproxima a Argelia con una bebida humeante en un pocillo de peltre.
Argelia se enjuga las lágrimas con rapidez para ocultarlas de su esposo.
SR. VÍCTOR: Agarra… ¡Deja la rezadera!
¿No qué se comieron al cura?
Si Dios no lo ayudó a él que era un hombre santo, imagínate si te va a ayudar a ti que eres una pecadora…
ARGELIA: Cállate.
¡Por los clavos de Cristo!
Deja de decir barbaridades.
Argelia recoge la taza y se toma un trago, otro.
Respira profundo un par de veces tratando de calmarse.
Se escucha un grito animal más fuerte que los otros.
SR. VÍCTOR: Esta va a ser una noche larga…
ARGELIA: Dios nos está castigando…
SR. VÍCTOR: Sí, eso es verdad…
¡Desde hace 25 años!
ARGELIA: Dios, pero es que no se puede hablar contigo de nada…
¡Tus hijos y tus hermanos están allá afuera con esos monstruos!
Argelia comienza a llorar.
El Sr. Víctor
camina a la cocina una vez.
A pesar de lo que dice su mujer, él está muy preocupado por todo lo que sucede
afuera de las cuatro paredes de su casa;
ansioso, mira la hora en un reloj de la pared;
sabe que los marinos están por volver de la faena.
Pone los pocillos en el lavaplatos.
SR. VÍCTOR (OFF): No te puedes quedar aquí y dejar que Eva, César, Alirio y Alexis entren al pueblo sin saber lo que está pasando…
El Sr. Víctor se asoma por la ventana de la cocina.
Mira hacia el terreno de su patio trasero.
Todo parece estar tranquilo en el lugar;
sin avisar a Argelia,
sin hacer el más mínimo ruido,
sale al patio, sube a la tapia y mira al exterior.
En la calle, hasta donde alcanza la vista, todo parece tranquilo.
Salta hacia la calle cuidadosamente y se encamina con pasos rápidos hacia la playa.
Una mujer de 67 años, sin vísceras y con las costillas al descubierto le mira pasar y echa a andar tras de él, haciendo gemidos guturales.
El eco de los tambores rituales se escucha en el ambiente.
Dos hombres de 40 y 56 años con el torso desnudo, ensangrentados y con terribles mordeduras en sus brazos; comienzan a caminar tras el Sr. Víctor.
El niño sin rostro también camina tras él.
El Sr. Víctor atraviesa la cuadra rápidamente.
Y se acerca a la orilla del mar.
Allí, grita con todo lo que le dan sus pulmones.
SR. VÍCTOR: ¡No vengan al pueblo! ¡Váyanse! ¡Váyanse!
…
Sacando otra de las redes del agua,
Eva les pide que paren un momento.
EVA: ¿Escucharon eso?
CÉSAR: No.
¿Qué cosa?
Alirio y Alexis se miran extrañados entre sí.
EVA: Era la voz de Papá…
Decía que no fuéramos al pueblo.
CÉSAR: ¿De Víctor?
Eva asiente.
Se escucha de nuevo, levemente entre la brisa.
SR. VÍCTOR (OFF): ¡No vengan al pueblo! ¡Váyanse! ¡Váyanse!
Esta vez los tres
hombres alcanzan a escuchar;
todos se miran extrañados y preocupados.
CÉSAR: ¿Qué estará pasando?
Una barca pasa a su lado dejándoles atrás.
…
Sobre la arena, los dos hombres alcanzan al Sr. Víctor;
el Sr. Víctor trata de defenderse, empuja y golpea a los dos hombres, pero el niño sin rostro le sorprende, mordiéndole en un costado de su espalda.
SR. VÍCTOR: ¡¡¡¡Ahhhh!!!!
Cuando trata de apartarlo de su cuerpo, los dos hombres se acercan a él y lo
muerden en el cuello y en uno de sus brazos.
SR. VÍCTOR: ¡¡¡¡Ahhhh!!!!
Él intenta apartarse de sus atacantes, cuando de pronto, llega la anciana de 67 años y lo muerde en la cara.
Perdiendo mucha sangre,
adolorido, impotente, en estado de shock,
el Sr. Víctor cae sobre la arena.
…
En la barca, los cuatro pescadores permanecen en silencio.
El eco de los gritos llega entrecortado por el viento en medio de la oscuridad.
Todos se miran las caras los unos a los otros.
EVA: ¿Escucharon eso?
Los hombres asienten con gravedad en sus rostros.
CÉSAR: Vámonos por el faro…
EVA: ¿Y los otros?
ALIRIO: ¡Hey! Devuélvanse.
¡No vayan a la orilla!
EVA: ¡Roberto!, ¡Jacinto!, ¡Emanuel!, ¡Francisco!
…
En la otra embarcación.
Sin escuchar a Eva, Emanuel (26) un hombre delgado,
toma rumbo hacía la orilla;
la otra embarcación hace lo mismo y le sigue de cerca.
…
Sobre la arena, el Sr. Víctor se despierta como no muerto;
tiene la piel del cuello, de los brazos y de ambas piernas hecha jirones;
Mira inquieto las luces de querosén en medio del mar;
ahora ansioso del pronto regreso de los pescadores.
A su lado, Rosita, hace un sonido animal, arrastrándose por la arena;
en solo momentos, el niño sin rostro, la anciana, los dos hombres, la mujer morena;
todos los no muertos que están en la playa,
miran expectantes a las luces que se acercan poco a poco a la orilla.
…
Desde la embarcación.
PESCADOR: Miren vinieron a recibirnos…
Hombres, mujeres y niños corren a la orilla a recibir a los marineros.
Se meten a las aguas.
Los marinos sonríen al ver aquello.
La mujer Morena, se acerca a uno de los pescadores y lo muerde en una mano.
PESCADOR: ¡¡¡¡AHHHHHH!!!!!
El Sr. Víctor se abalanza sobre la pierna del Pescador 2.
PESCADOR 2: ¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!
La mujer Morena, mueve la barca hasta que los cuatro pescadores caen a las aguas.
Bajo el agua un hombre muerde la pierna del pescador 3;
la sangre se esparce por el agua.
PESCADOR 3: ¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!
Pescador 1 trata de volver a la superficie, pero la mujer Morena, lo jala bajo el agua y lo muerde en el cuello.
A su lado, también bajo el agua, el Sr. Víctor y el Pescador 2 forcejean hasta que el Sr. Víctor le da una dentellada en la nariz.
El Pescador 4 logra llegar a la orilla, pero allí, es el niño sin rostro, quién lo muerde en un brazo;
PESCADOR 4: ¡¡¡¡Ahhhhhh!!!!
Luego se le acercan a morderlo la anciana, que le hace caer, y ya en el suelo es Rosita quien lo muerde en el rostro.
Los hombres de la tercera embarcación miran aterrorizados todo lo que sucede. Roberto (33), un hombre barbado, grita preocupado.
ROBERTO: Vámonos de vuelta…
Regresemos.
¡Demos la vuelta!
Los hombres comienzan a remar para poner el barco en la otra dirección pero, al dar la vuelta, una ola los voltea y todos los pescadores caen al agua.
Dos hombres, no
muertos, nadan bajo el agua y los atacan;
los gritos de dolor de los pescadores se distorsionan debajo del agua.
La luna y las estrellas brillan en el cielo.
Las olas del mar llegan a la orilla de la playa, teñidas de rojo.
…
Juan y Marco atraviesan, corriendo, la plaza bolívar del pueblo.
Al verlos, un hombre y una mujer comienzan a caminar tras ellos.
En una calle diagonal, a la plaza, en una pequeña casa de color verde claro y techo de tejas rojas,
Juan se acerca a la puerta de madera de la entrada e intenta abrirla;
pero la puerta está cerrada.
Nervioso, comienza a gritar.
JUAN: ¡Mamá! ¡¡Mamá!!
¡¡¡Abre la puerta!!!
El Sr. Alberto, que se pasea por la calle, escucha a Juan y comienza acercarse a los dos jóvenes.
Con preocupación, Marco nota que además del Sr. Alberto, también se acercan en el fondo, con paso calmo, el hombre y la mujer, las hermanas García y el cura del pueblo, arrastrándose brazada a brazada por la calle de tierra y arena.
En el interior de la casa, al escuchar la voz de Juan, Argelia se incorpora lo más rápido que puede del altar de la virgen del valle.
ARGELIA: Es Juan… Bendito sea Dios.
¡Juan!
El Sr. Alberto, se acerca cada vez más a Juan y a Marco.
Argelia comienza a mover el mueble de la puerta.
MARCO: ¡Ábranos Sra. Argelia!
Marco golpea la puerta con ambas manos.
Argelia comienza a llorar apurada, nerviosa.
ARGELIA: Ay virgen del valle…
¡Ay madre de Dios!
Argelia gira la llave en la cerradura de la puerta, una vez, dos veces.
Juan voltea y descubre al Sr. Alberto;
el hombre se les acerca decidido a pegarles una mordida a cualquiera de los dos.
Marco lo empuja con todas sus fuerzas y el hombre cae de espaldas al suelo.
Entonces Argelia abre la puerta, los jala al interior y vuelve a cerrar la puerta con 3 llaves, una vez más.
ARGELIA: Hijos.
¡Hijos míos!
Argelia los toca a los dos alegre de verlos.
En el exterior, el Sr. Alberto se levanta y comienza a embestir la puerta con su cuerpo.
JUAN: ¡Mamá! ¿Qué es esto?
¿Qué está pasando?
ARGELIA: Ayúdenme a colocar esto de nuevo en la puerta…
Los dos adolescentes mueven el mueble y miran a la mujer con cara de preocupación.
Afuera llegan el hombre y la mujer, las hermanas García; y junto al Sr. Alberto, comienzan a golpear la puerta salvajemente; haciendo gemidos y gruñidos de ultratumba.
ARGELIA: Dios nos Mandó un castigo mijo…
¡Un castigo bien feo!
JUAN: ¿Cómo que un castigo?
MARCO: Sí. ¿Qué fue lo que pasó?
ARGELIA: Estábamos en la iglesia y de la nada un hombre negro atacó a mordiscos a Rosalía y después a su hijo y luego al Sr. Alberto;
y parecía que todos estaban muertos,
pero después todos ellos se levantaron,
se volvieron caníbales.
Los dos jóvenes miran a la mujer sorprendidos.
Argelia toca el pecho de Juan.
Las lágrimas descienden libremente por su rostro.
ARGELIA: Pero Ustedes, ¿Ustedes están bien?
JUAN: Sí mamá…
Estoy bien…
ARGELIA: ¿Y tú Marco?
MARCO: Yo también estoy bien Sra. Argelia.
Argelia se siente aliviada.
ARGELIA: ¡Qué bueno que estaban juntos!
Que bueno que están bien.
JUAN: ¿Y mi papá? ¿Y Eva?
ARGELIA: Eva está pescando con tus tíos.
Y tu papá salió, se fue para allá afuera…
Loco, impulsivo, como siempre…
Y sin decirme nada…
¡Bendito sea dios!
La mujer se persigna preocupada.
MARCO: Juan yo tengo que irme también,
a ver cómo está mí familia.
Juan entiende.
JUAN: Ok. Vete por el techo,
por la parte de atrás.
Marco asiente, los dos salen al patio trasero, se dan un abrazo sentido y se miran intensamente.
MARCO: Ten cuidado.
Trata de no volver a salir.
Juan asiente y cuando se acerca a Marco para darle un beso, Argelia sale por la puerta de la cocina.
Los dos jóvenes se apartan el uno del otro.
ARGELIA: Ten mucho cuidado Marco;
que esa gente es muy violenta.
Marco asiente, preocupado al oír aquello.
Juan lo ayuda a subir al techo de la casa.
JUAN: ¿Vas a estar bien verdad?
Juan lo mira intensamente;
Marco asiente.
Con cuidado,
Marco camina por los techos de tejas quebradizas de tres casas y en el patio de
la tercera casa, su casa; el único patio de la cuadra que no está cercado, nota
a un hombre parado en medio del lugar.
Sin hacer ruido Marco se devuelve sigilosamente a casa de Juan; y baja una vez
más al patio.
En medio de la penumbra, mira a Juan hablar con su madre a través de la ventana;
se toca los labios, que aun le palpitan por los besos vigorosos que se dio con Juan hace tan solo unos momentos;
piensa que le gustaría volver a besarlo,
quitarle la ropa cuando estuviesen solos en la cueva,
y una erección comenzó a crecer dentro de su pantalón;
pero de pronto, unos gruñidos irracionales, en la parte de afuera del patio lo sacaron de su ensoñación erótica;
pensó en su mamá y su hermana.
Entonces comenzó a buscar una piedra en el patio,
y al encontrarla,
una piedra lisa un poco más grande que su mano,
volvió a subir al techo;
caminó una vez más por sobre las tres casas y bajó en su patio.
El no muerto parado en medio del lugar lo escuchó inmediatamente;
pero Marco se abalanzó contra él y le asestó un golpe con la piedra en la cabeza;
luego otro
y otro.
El hombre no tuvo ninguna oportunidad.
Con cada golpe, Marco le quebró el cráneo una y otra vez;
y poco a poco el hombre perdió esa extraña vida irracional que le animaba.
Cuando el hombre ya no se movía, Marco tiró la piedra al suelo,
y se limpió la sangre de su mano en el pantalón de blue jean,
se acercó a su casa e intentó abrir la puerta del patio,
pero esta, estaba cerrada.
MARCO: ¡Mamá!, ¡Julia!
El abuelo Rafael se despertó sobresaltado de su sueño en el mecedor.
SR. RAFAEL: ¡Omaira!, ¡Julia!
Marco las está llamando.
Julia corrió a la cocina apresurada;
apartó la nevera con todas sus fuerzas, giró la llave de la puerta, la abrió y Marco entró apresurado.
JULIA: ¿Y el hombre que estaba aquí?
Mira la sangre en
los brazos de Marco.
Mira el cadáver, detrás de Marco, en medio del patio.
Rápidamente Julia cerró la puerta tras de él con llave.
MARCO: ¿Cómo está mamá?
JULIA: Bien.
MARCO: ¿Y el abuelo?
JULIA: Bien también.
Omaira llega a la cocina.
OMAIRA: ¡Ay mijo!
¡Qué bueno que llegaste!
MARCO: No pude traer la langosta.
Omaira abraza a Marco, sintiéndose aliviada al verlo.
OMAIRA: ¡Eso no importa!
Marco la abraza también.
Julia se acerca a ellos y los abraza.
Los tres se separan lentamente.
MARCO: ¡Las Hermanas García mataron al cura!
¡¡Se lo comieron!!
OMAIRA: ¡Cristo bendito!
Omaira se persigna.
OMAIRA: Nosotros estábamos en la plaza cuando mataron a las hermanas García…
JULIA: ¡Y cuando se levantaron después de muertas!
Marco mira a Julia con atención,
sorprendido por lo que escucha.
Se sienten unos gemidos en la parte de afuera del patio.
Julia se persigna.
Omaira se separa de Marco.
OMAIRA: Tu abuelo no sabe lo que está pasando…
Por favor no digas nada;
no quiero que se lleve esto a la tumba…
Marco asiente.
…
La embarcación en la que viajan Eva, César, Alirio y Alexis se acercó a tierra; con la lámpara de querosén apagada.
Sigilosamente todos los marinos saltaron a la playa y arrastraron el bote hasta la arena;
la luna les iluminaba desde lo alto de la bóveda terrestre.
ALIRIO: ¿Escucharon eso?
Todos hacen silencio;
a la distancia se escucha el eco de unos gritos desesperados.
En ese momento, en la playa oscura un hombre emerge de las aguas respirando violentamente.
Al verlos en la arena se acercó a ellos corriendo;
todos lo miraron sobresaltados.
Era Roberto, el hombre barbado de la tercera embarcación;
Eva se acercó a él.
EVA: ¿Y los demás?
ROBERTO: Los atacaron en la orilla…
Laura, el Sr. Víctor, Rosalía, un niño sin rostro ¿Pedrito?, el Sr. Jesús…
EVA: ¿Qué?
¿Mi papá también?
ROBERTO: Sí.
Los mataron a todos…
¡Se los comieron!
Eva no cree lo que escucha.
Alirio se acerca a Roberto.
ALIRIO: Pero… ¿Qué dices?
Roberto asiente.
ROBERTO: Algo pasó…
¡Algo malo!
Alexis se sorprende al escuchar aquello.
ROBERTO: Esos no eran mis vecinos…
Ni la familia de ninguno de nosotros…
Era otra gente, unos animales…
Alirio se aparta
de Roberto y comienza a caminar al pueblo.
Alexis lo sigue.
EVA: ¿A dónde van?
ALIRIO: Al pueblo.
A ver cómo están mamá Rosaura, Carmen y Rosita.
Roberto intenta disuadirlos;
hacerles entender.
ROBERTO: No pueden volver al pueblo…
No si no van armados.
Molesto con lo que escucha;
incrédulo.
ALIRIO: ¿Armados contra nuestras familias?
Roberto asiente con gravedad.
Alirio y Alexis se alejan de Roberto indignados.
Cuando Eva y César se disponen a seguirlos,
Roberto toma del brazo a Eva.
ROBERTO: ¿Ustedes tampoco me creen?
EVA: Te creamos o no, tenemos que volver al pueblo,
buscar a la familia.
Roberto asiente.
ROBERTO: Yo me voy al faro, a radiar a la policía de Nueva Esparta…
Escuchen lo que les digo: la gente cambió.
Están agresivos como animales salvajes.
No se confíen de nadie…
¡Tengan mucho cuidado!
Roberto agarra un palo del suelo y se aleja por un camino de piedra.
Eva y César lo miran por un momento y siguen el mismo camino que tomaron Alirio y Alexis.
Eva agarra dos rocas grandes del suelo.
Y las golpea una con la otra.
CÉSAR: ¿Tú crees que…?
EVA: No se, pero mujer prevenida, vale por dos…
Eva vuelve a chocar las piedras en el aire.
César la mira sin saber claramente en qué creer.
A lo lejos se escucha el eco de los Gruñidos de los no muertos.
…
Juan mira por una de las ventanas.
Una mujer blanca de 30 años camina, con la ropa ensangrentada, de un lado a otro;
una de sus dos piernas no funciona bien.
JUAN: ¡Mira mamá! Esa es Gisela López.
Argelia se acerca a Juan y mira por la ventana, se persigna aterrada, por la suerte de su vecina.
ARGELIA: ¿Por qué no te vas a dormir…?
Juan le habla casi en un susurro.
JUAN: ¡Shhh! Nos va a oír…
Argelia mira a la calle una vez más;
preocupada.
ARGELIA: Y Víctor, César y Eva que no terminan de llegar…
Juan deja de mirar a la calle y abraza a Argelia.
…
Alirio y Alexis caminan por una calle de tierra.
Ven al Sr. Jesús, un anciano de 70 años parado sin hacer un solo movimiento en medio del camino.
ALIRIO: Buenas noches Sr. Jesús.
Al escuchar a Alirio, el Sr. Jesús levanta la cabeza y se lanza contra él tratando de morderlo,
Empuja a Alirio contra una pared cercana, lanzando rabiosos mordiscos al aire;
ALIRIO: ¿Pero que pasa?
Sr. Jesús. ¡Sr. Jesús!
Alirio forcejea y se esfuerza por mantener las dentelladas del anciano, alejadas de su cara.
Alexis toma una roca del suelo, se aproxima por atrás y golpea al Sr. Jesús con todas sus fuerzas en la cabeza.
El Sr. Jesús cae muerto al suelo.
ALEXIS: Será que… ¿Roberto estaba diciendo la verdad?
Alirio niega con la cabeza sin saber qué responder.
Alexis nota que dos marinos morenos, con el torso ensangrentado, comienzan a acercarse hacia ellos.
ALIRIO: Vámonos, que vienen otros.
Alirio voltea a mirar y descubre a los dos hombres, acercándose desde el final de la calle;
Alexis echó a correr y Alirio le siguió, hasta llegar a una casa cercana.
La puerta estaba abierta de par en par.
Los dos hombres se miraron el uno al otro preocupados.
Caminaron a la cocina,
al fondo de la casa,
sobre la mesa, en penumbras, estaba recostada la Sra. Rosaura.
Alirio se acercó a ella.
ALIRIO: ¡Mamá! Mamá ¿Estás bien?
La Sra. Rosaura, bañada en sangre y con una herida muy profunda en el cuello, se levantó con movimientos rápidos y se abalanzó sobre Alirio;
el hombre, que no se esperaba aquello, recibió una mordida certera en el cuello.
ALIRIO: ¡Ahhhh!
Al escuchar lo ruidos, Carmen entró por la puerta del patio, a la cocina y también atacó a Alirio, mordiéndolo en un brazo.
Alexis dió unos pasos hacia atrás sorprendido,
Asustado;
salió de la cocina,
caminó por un pasillo,
abrió un escaparate y tomó una pala.
Caminó una vez más a la cocina.
Rosaura y Carmen comían desaforadas, bocados de la piel del cuerpo de Alirio.
ALEXIS: ¡Por la madre de Cristo!
Se persigna.
Al escuchar la voz de Alexis, Carmen se incorporó con la cara cubierta de sangre fresca y comenzó a acercarse a él.
ALEXIS: Carmen ¿Qué tienes
Carmen?
Con expresión irracional, dando pasos cortos, Carmen se acercó ç un poco más.
Alexis comenzó a llorar.
ALEXIS: Perdóname Carmen…
Alexis le descargó la pala sobre su cabeza.
La mujer cayó pesadamente al suelo.
Alexis entonces miró a Rosaura comer del costado de
Alirio.
ALEXIS: Mamá…
La anciana le miró, se incorporó y comenzó a acercársele.
Alexis, que no tenía el valor de darle con la pala a su madre, prefirió salir de la cocina, de la casa.
Los dos marinos morenos que estaban parados muy cerca de su casa, lo miraron y, una vez más, comenzaron a acercársele.
La Sra. Rosaura salió por la puerta de la casa haciendo sonidos guturales.
Alexis echó a correr en dirección a la casa de Mario y de Eva.
Los dos marinos corrieron también detrás de él.
Parada en el porche de una casa, una mujer de 30 años miró a Alexis acercarse y se abalanzó sobre él, cuando este pasó por su lado.
Alexis trastabilló y cayó al suelo sorprendido.
Con rapidez, la mujer se subió sobre él y le mordió en el cuello.
ALEXIS: ¡¡¡¡Ahhhhh!!!!
Los dos marinos morenos también llegaron a su lado y comenzaron a comer de las piernas de Alexis.
…
Los gritos de Alexis se escuchan a lo largo y ancho del pueblo.
Eva y César se detienen bajo el portal de una casa.
Escondidos entre las sombras miran la calle,
iluminada tan solo por la luz de la luna.
CÉSAR: Alexis…
César y Eva se miran entre sí y se persignan.
EVA: Ya falta poco…
Aceleran el paso.
Atravesando las calles con sigilo,
mirando constantemente de un lado al otro.
Hay una mujer parada en el fondo de la calle;
Eva le hace una seña a César para que la vea,
César la mira y asiente.
Un joven (15) negro, muy delgado, sin un brazo, se acerca silenciosamente por detrás de Eva y de César.
EVA: Vamos por aquí a la cuenta de tres.
Eva comienza a correr.
César corre detrás de ella.
El joven se lanza a correr detrás de los dos.
Juan mira por la ventana y ve a Eva y a César correr a la casa.
JUAN: Mamá allí vienen Eva y César…
Argelia corre a la Ventana.
Eva corre a toda velocidad,
César viene justo detrás de ella.
El joven negro alcanza a César y le muerde en un costado, como si fuese un perro salvaje.
CÉSAR: ¡¡¡¡Ahhhh!!!!
Juan y Argelia miran la situación aterrados.
César cae al suelo.
Eva se devuelve unos pasos rápidamente y golpea al joven con las dos rocas, aplastándole completamente la cabeza.
César le mete los dedos en la boca y abre la mandíbula del joven para que suelte la piel de su torso.
El cuerpo del joven, cae sin vida al suelo.
La herida de César sangra de manera escandalosa;
César se la cubre con la palma de su mano y se levanta del suelo.
CÉSAR: ¡Este malparido!
¡¡Coño de madre!!
Le da una patada en el estómago al cadáver del joven.
Eva mira a todos lados paranoica.
EVA: Vamos, vamos.
Eva y César redoblan el paso y corren hacia la casa.
Gisela López los descubre en la calle y comienza a caminar hacia ellos.
Juan rueda el mueble de la puerta y la abre, de par en par.
César se acerca corriendo;
Entra al lugar.
Eva corre, a toda velocidad, Gisela López la alcanza,
la sigue muy de cerca;
pero apenas Eva entra a la casa;
Juan cierra con fuerza, la puerta detrás de su hermana.
La puerta comienza a ser embestida brutalmente.
Juan coloca de nuevo el mueble detrás de la puerta.
EVA: Tenemos que asegurar mejor este lugar.
Argelia se acerca a César y Eva con un rosario en la
mano.
ARGELIA: Bendito sea el Señor que me los trajo en una pieza.
¿Y ustedes no vieron a Víctor por ahí?
Eva asiente.
ARGELIA: ¿Y él…?
Argelia mira a Eva y luego a César.
César niega con la cabeza.
CÉSAR: Lo agarraron en la
playa.
Argelia comienza a llorar desconsolada,
Marco también.
Eva los abraza.
ARGELIA: Ay cristo bendito…
Víctor… Mi pobre Víctor.
Eva se separa del abrazo.
EVA: Gracias a Papá estamos vivos fue él nos avisó de todo esto…
Argelia se limpia las lágrimas;
ARGELIA: Claro que sí, tú y Marco son lo que él más quería en este mundo.
Argelia mira la mordida de César;
se aparta de sus hijos y se acerca al pescador.
ARGELIA: Ven, déjame curarte esa herida.
Argelia saca un botiquín y limpia con agua oxigenada la mordida en el torso de César.
César arruga la cara, adolorido.
Argelia sopla la espuma que se multiplica sobre la herida.
…
Tres Marinos que deambulan lentamente por una calle,
al escuchar el ruido que hace Gisela López, mientras embiste y golpea la puerta;
comienzan a acercarse hacía allá.
…
Con una tabla, clavos y martillos Eva y Juan aseguran la puerta de la entrada.
Recostado sobre una silla.
Argelia le coloca una gasa sobre la herida de César;
que no para de sangrar;
César está pálido y suda frio,
prendido en fiebre.
CÉSAR: Me arde… Es como si me hubiese quemado…
La cabeza de César cae sin sentido hacia un lado;
de pronto, tiene un paro respiratorio y muere,
su cuerpo pierde fuerza sobre la silla.
ARGELIA: ¿César? ¡César!
Argelia comienza a sollozar,
cierra los ojos de César con la mano derecha.
ARGELIA: Eva, Marco, se murió su tío…
EVA/JUAN: ¿¡Que!?
La puerta de la entrada se astilla y entra una mano femenina.
Juan se aparta asustado de la puerta.
Eva voltea sobresaltada y comienza a golpear la mano con el martillo.
Juan coloca otra tabla y Eva comienza a fijarla con un par de clavos.
César abre los ojos y levanta su torso haciendo un sonido animal.
Argelia lo mira sorprendido.
ARGELIA: ¿César…?
Argelia lo mira asustada y da unos pasos hacia atrás.
César se abalanza sobre ella y la muerde en el cuello.
ARGELIA: ¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡¡AHHHHH!!!!
La sangre de Argelia baña el rostro de César.
Eva y Juan miran la escena sorprendidos y aterrados.
Eva se acerca a César y lo golpea con el martillo en la cabeza.
César suelta a
Argelia y camina acercándose a Eva.
Argelia cae al suelo.
Juan corre al lado de su madre.
Argelia se tapa la herida con las manos, pero no puede contener la sangre que brota de su cuello.
Juan llora a su lado.
JUAN: Mamá.
¡Mamá!
Trastabillando, César se acerca a Eva y en un rápido movimiento ella le clava la cabeza del martillo en la sien.
El hombre se desploma al suelo.
Eva se acerca a su madre y su hermano.
Con dificultad para respirar y voz baja, Argelia dice.
ARGELIA: Váyanse de aquí…
Sálvense.
Argelia muere.
Juan comienza a llorar.
EVA: Levántate, vámonos de aquí…
Tenemos que salir del pueblo
Toma a Juan de un brazo y lo levanta del suelo.
EVA: Vámonos, vámonos, vámonos…
Caminan a la cocina y miran por la ventana;
no hay nadie en el patio,
abren la puerta trasera y salen de la casa.
Con la ropa ensangrentada, Argelia sale por la puerta de la cocina, haciendo ruidos animales.
Juan y Eva voltean a mirar.
JUAN: ¡Mamá!
Juan da unos pasos hacia Argelia.
Eva agarra a su hermano por un brazo.
EVA: Marco, mírala bien.
Argelia se acerca a ellos con pasos desiguales y haciendo sonidos guturales.
EVA: Esa ya no es mamá…
Juan mira la actitud de la mujer lleno de horror;
entiende claramente que aquel cuerpo ya no lo habita su progenitora.
…
Las nubes en el cielo se mueven con calma y parsimonia;
la luz del faro ilumina el horizonte de derecha a izquierda.
Roberto abre la puerta del faro y sube las escarpadas escaleras, al llegar a la cámara de servicio,
se acerca a la radio de onda corta.
ROBERTO: Cardenal uno llamando a águila cuatro.
Aquí Cardenal uno en emergencia.
Detrás de Roberto se escuchan unos sonidos guturales.
Roberto voltea a mirar y descubre una pierna asomada entre una puerta a medio cerrar.
ROBERTO: ¿Alí?
RADIO: Águila cuatro a Cardenal uno, aquí águila cuatro,
¿Cuál es su emergencia?
¿En qué podemos ayudarlos?
Roberto empuña el palo de madera y se acerca a la puerta entreabierta;
empuja la puerta poco a poco.
El hombre negro come de la barriga de Alí (63), el farero de turno; sin sentido, tirado en el suelo.
Roberto se acerca a ellos, sin que el hombre negro lo note y le da un palazo, con toda su fuerza, en la cabeza.
El hombre negro voltea con la cara ensangrentada y se abalanza con fiereza sobre Roberto; haciendo un gruñido de animal salvaje;
ambos caen al suelo y el hombre negro muerde la cara de Roberto sin piedad.
ROBERTO: ¡¡¡¡AHHHHH!!!!
Angustiado, Roberto intenta liberarse,
pero la fuerza del hombre negro es mucho mayor que la suya.
…
Juan y Eva corren
sigilosamente por una calle vacía.
Alexis les mira pasar por una esquina y comienza a seguirlos. Los huesos de sus
piernas están casi completamente al descubierto y el cuello lo tiene desgarrado
con una herida profunda que se extiende hacia la mitad derecha de su cráneo.
Al llegar a la esquina siguiente, Eva se acerca a un muro de bloques y se asoma sigilosamente para mirar a la otra calle.
Muy cerca de la esquina,
hay una anciana (75), una mujer (43) y una adolescente (18) completamente ensangrentadas,
paradas muy cerca, la una de la otra,
sin hacer un solo movimiento.
Eva voltea a mirar a Marco y le habla casi en un susurro.
EVA: No podemos ir por aquí…
Comienzan a devolverse.
Pasan, una vez más, por un lado de Alexis, sin siquiera notarlo.
El no muerto imprime un poco más de prisa a sus pasos, pero su movilidad es limitada.
JUAN: Vamos a casa de Marco
EVA: ¿Cómo sabes que está vivo?
JUAN: Hace un momento estaba con mi mamá y conmigo.
Eva asiente;
hermana y hermano comienzan a correr por la calle oscura,
Al llegar a la casa de Marco, Juan silba de un modo melódico.
…
Marco está sentado en un sofá al lado de Julia cuando escucha el silbido.
MARCO: ¡Es Juan!
Marco silba también y se acerca a la puerta.
Julia sonríe.
JULIA: Eeesssooo…
Marco se siente vulnerado y se molesta con su hermana.
MARCO: ¡Ya!
Cállate.
No te vuelvo a contar nada…
¡Nunca más en mi vida!
Desde una habitación.
OMAIRA (OFF): ¡Marco!
No le hables así a tu hermana.
Marco separa el mueble y abre la puerta.
Juan y Marco se abrazan con fuerza.
Alegres de volver
a verse.
JUAN/MARCO: ¿Estás bien?
Se separan mirándose intensamente.
JUAN: Estoy vivo, pero mi mamá, mi papá y mis tíos están muertos…
Eva entra a la casa también, Julia cierra la puerta.
EVA: ¡Marco, Julia!
¡Qué bueno que todo está bien por aquí!
Todos se miran los unos a los otros,
llenos de ansiedad, miedo y expectación.
…
Alexis mira entrar a Eva y a Juan en la casa de Marco.
…
Omaira sale de su habitación, vestida con una bata amarilla de algodón; al descubrir a Eva, se acerca a ella.
OMAIRA: ¡Eva mijaquerida, Juan!
¿Cómo están Argelia y el Sr. Víctor?
Eva niega con la cabeza.
Omaira se persigna con profundo pesar.
OMAIRA: No puede ser…
Esto no puede estar pasando…
Omaira se sofoca, se recuesta de una pared pálida, tratando de recuperar aire.
MARCO: A lo mejor todo esto que pasa en el pueblo es brujería.
EVA: ¿Por qué dices eso?
Marco saca la pequeña calavera de madera de su bolsillo y la mira con atención.
Eva se acerca a Marco.
MARCO: Esto lo encontré en una balsa rara,
en la playa, esta mañana…
Eva asiente.
MARCO: Estaba con estos collares.
Marco se saca los collares del bolsillo.
Eva se persigna al verlos.
EVA: Si, Marco eso parece brujería…
Marco la mira a los ojos.
Omaira también se acerca a Marco.
OMAIRA: Y de la mala…
Omaira se persiga.
JUAN/MARCO: ¿Y entonces?
Juan y Marco se miran el uno al otro.
EVA: Vamos a quemar todo eso…
OMAIRA: Sí, eso es lo mejor…
EVA: ¿Tienes gasolina o querosén?
OMAIRA: Julia, tráeme el balde y el querosén.
Julia camina diligente a la cocina.
Juan golpea a Marco en un hombro.
JUAN: ¡Te dije que no trajeras eso!
Marco lo mira y encoge los hombros.
Julia pone el balde metálico en el medio de todos,
le entrega el querosén a Eva.
Eva rocía generosamente el balde metálico con el líquido ambarino.
Omaira saca una caja de fósforos del bolsillo de su bata, enciende uno y lo arroja al balde.
Una llamarada alta ilumina el rostro de todos.
EVA: ¡Lánzala al fuego Marco!
Marco lanza la pequeña calavera de madera al interior del balde metálico.
La cabeza rebota y cae boca arriba;
desde allí, parece mirarlos lánguidamente, mientras arde entre llamas inquietas de color amarillo y naranja.
OMAIRA: También lanza los collares.
Marco lanza los collares uno a uno.
Primero el de semillas amarillas,
luego el de semillas negras
y por último el de semillas rojas.
OMAIRA: En el nombre de Cristo,
el hijo del padre celestial;
¡¡Qué se vayan de Manzanillo todos los malos
espíritus!!
EVA: ¡Qué así sea!
OMAIRA: En el nombre de la santísima trinidad,
Dios padre y espíritu santo,
qué la maldad regrese por el mismo lugar por donde vino.
Omaira, Eva, Julia, Juan y Marco se persignan.
EVA/JULIA/JUAN/MARCO: Amen.
…
El hombre negro camina saliendo del faro con la cara y el cuerpo ensangrentado;
repentinamente cae de rodillas al suelo y pierde la vida que le animaba.
…
El bokor deja de tocar a los tambores.
Mira con dirección a la isla con sus ojos blanquecinos.
…
Omaira, Marco, Julia, Juan y Eva permanecen en silencio mirando la pequeña calavera y los collares convertirse en cenizas dentro del balde metálico;
de pronto, todos los perros del pueblo comenzaron a ladrar y a aullar al mismo momento.
Con una sensación de miedo e inseguridad;
todos los presentes se miraron entre sí.
De pronto se escuchó un golpe en la puerta y otro.
Marco y Juan se asomaron por una de las ventanas.
Alexis golpeó una vez más con fuerza en la puerta de la entrada.
El niño sin rostro que caminaba por allí, escuchó los golpes y se acercó a la casa,
también los dos marinos y tres mujeres.
Rápidamente, un grupo numeroso de no muertos, estaba agolpado en la puerta de entrada.
MARCO: ¡Todos en el pueblo van a saber que estamos aquí!
Eva se acercó a mirar por la ventana.
EVA: Tenemos que movernos.
Salir de Manzanillo.
Nosotros dejamos el bote cerca del faro…
¿Vamos a buscarlo?
El Sr. Rafael sale del cuarto en shorts y cholas; con ayuda de su bastón.
SR. RAFAEL: Pero ¿Qué es lo que pasa en esta casa, a estas horas de la noche?
OMAIRA: No pasa nada papá váyase a dormir.
El señor Rafael se acerca a la mesa y se sirve un vaso de agua.
Omaira se acerca
a Marco y a Julia;
les habla a todos en voz baja.
OMAIRA: Yo ya no puedo correr por ahí como una moza…
Ni tampoco puedo dejar solo a mi papá.
Váyanse ustedes…
MARCO: Pero mamá…
OMAIRA: Sin peros Marcos.
¡Yo ya viví mi vida!
Ustedes todavía tienen todo por delante…
Malhumorado por los susurros que escucha.
SR. RAFAEL: ¿Qué es ese secreteo ahí?
Golpea dos veces el suelo con el bastón.
Irritada.
OMAIRA: ¡Dios mío papá!
Les estoy dando la bendición a mis hijos…
La mujer comienza a persignar a Marco.
OMAIRA: ¡Qué Dios te bendiga y te proteja!
RAFAEL: Sí, sí, que Dios me los bendiga.
El Sr. Rafael se sirve otro vaso de agua y se la toma.
Omaira persigna a Julia.
Julia comienza a llorar.
OMAIRA: Está bien Julia…
Óyeme.
Con llanto contenido, Omaira le pone las dos manos sobre el rostro.
OMAIRA: Tienes que escapar de toda esta maldad.
Tienes que conocer todo lo maravilloso que la vida puede ofrecer.
Julia abraza a su mamá.
El Sr. Rafael camina al cuarto.
SR. RAFAEL: Hasta mañana…
JULIA/MARCO: Hasta mañana abuelo.
Eva se acerca a ellos.
EVA: Vamos, es mejor que no nos agarre en tierra la luz del amanecer.
Todos caminan a la puerta del patio en la cocina.
Omaira abre la puerta, y les dice con la voz entrecortada por el dolor y la emoción.
OMAIRA: ¡Qué dios me los
ampare y me los favorezca!
Eva y Juan salen al patio.
Omaira abraza a sus hijos otra vez,
llorando,
ya sin poder contenerse.
OMAIRA: Cuídense entre ustedes.
Siempre,
que para eso es que son hermanos.
Julia y Marco abrazan a Omaira una vez más.
OMAIRA: Los amo hijos míos…
Los amo como nunca amé a nadie en esta vida.
Omaira los separa de sí.
OMAIRA: Váyanse ya,
váyanse de aquí…
Omaira los mira a todos saltar la tapia;
con lágrimas en los ojos,
cierra la puerta de la cocina con llave.
…
Sigilosos, Marco, Eva, Juan y Julia atraviesan algunas calles,
todo está solitario.
A un lado de la plaza,
descubren que la iglesia del pueblo está ardiendo en llamas;
el Padre Javier se arrastra por el medio pasillo central, mientras el techo de madera comienza a caerse a pedazos engulléndolo todo.
Todos se persignan asustados;
sin detener el paso, en su camino hacia el faro a las afueras del pueblo.
…
En la sala Omaira escucha como golpean salvajemente la puerta de la entrada a su casa.
Bastón en mano, el Sr. Rafael sale de su cuarto, una vez más,
molesto al escuchar todo aquel ruido.
SR. RAFAEL: ¿¡Pero quien carajo golpea la puerta a esta hora!?
Omaira se persigna y camina al lado del Sr. Rafael.
OMAIRA: A esta hora no le vamos a abrir la puerta a nadie,
menos si son unos mal educados…
¡Vamos a acostarnos a dormir!
El Sr. Rafael se deja llevar al cuarto y Omaira cierra la puerta tras de sí.
Acuesta al Sr. Rafael y se sienta en la cama a su lado.
OMAIRA: Papá, le voy a poner una inyección…
El Sr. Rafael la mira sin expresar ningún tipo de interés.
SR. RAFAEL: Está bien mija…
La mujer abre una gaveta, toma una inyectadora, un medicamento, y acto seguido, le inyecta la sustancia en el brazo.
El Sr. Rafael se queda tranquilo sobre la cama.
Una lágrima desciende por el rostro de Omaira.
OMAIRA: Perdóneme papá…
El Sr. Rafael se queda dormido profundamente, en segundos.
En la sala, la puerta cede hecha pedazos,
hombres, mujeres y niños entran a la casa.
Omaira llena otra inyectadora.
OMAIRA: ¡Dios ten misericordia de nuestras almas!
Virgen del valle, vallita, dale una oportunidad a mis hijos te lo pido por favor.
Una lágrima
desciende por el rostro de la mujer, mientras se aplica la inyección con el
mismo líquido en su brazo;
se acuesta al lado del Sr. Rafael y rápidamente se queda dormida.
…
Eva, Marco, Juan y Julia llegan a la apartada playa en la que está el bote.
Entre todos la empujan con fuerza moviéndola hacia el mar.
Las olas comienzan a chocar una a una contra el bote.
Detrás de ellos, bajando por una pendiente descubren a Roberto sin media cara y al vigilante del faro arrastrando los intestinos;
acercándose a ellos lentamente.
Con el agua a media cintura, Juan ayuda a subir a Julia al barco, luego sube él y le da la mano a Marco.
Cuando Eva está subiendo a la embarcación,
la cabeza de un no muerto, que flota a la deriva desde la noche anterior, la muerde con fuerza en uno de sus senos.
EVA: ¡¡¡¡Ahhhhh!!!
Sorprendida, Eva se arranca la cabeza masculina del seno.
EVA: ¡Maldito hijo de puta de José Salazar!
Desgraciado en la vida y desgraciado en la muerte.
Eva empuja la embarcación, con todas sus fuerzas.
EVA: Cuídate Juan.
Juan se acerca a ella.
JUAN: No ¡Eva! ¡No!
Se tocan las manos brevemente.
EVA: Te quiero hermanito.
JUAN: Eva. ¡Eva!
Repentinamente, Roberto y el vigilante del faro llegan detrás de Eva y la muerden, cada uno por un costado.
Julia mira lo que sucede, aterrada.
Una ola hunde a Eva y a los dos hombres bajo el agua.
EVA: ¡¡AHHHHHH!!!
El grito de dolor de Eva forma burbujas de aire debajo del agua.
Roberto y el
vigilante comen de los costados de la joven al mismo tiempo.
Las olas del mar levantan la embarcación una y otra vez.
Los tres jóvenes miran con horror, la mancha de sangre que se expande en el agua sobre Eva y los no muertos.
En estado de shock; Marco y Juan reman con todo lo que dan sus fuerzas, alejándose
de la orilla, sin preguntarse por ahora, a dónde se dirigen.
Las luces naranjas del alba se asoman poco a poco por la bóveda terrestre;
algunas gaviotas sobrevuelan en el cielo y otras picotean en la superficie del agua.
En silencio los tres jóvenes, miran a Isla Margarita quedar atrás,
cada vez más pequeña en el horizonte.
Fin.
(Basado en el guion “Macumba” de Sergio Marcano)
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