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viernes, 26 de marzo de 2021

Juan y José

Por Sergio Marcano



A las 6 de la mañana el sol despunta en el horizonte dibujando tonalidades naranja y amarillas sobre las nubes de la ciudad de Caracas.  
Poco a poco las calles comienzan a llenarse de gente que camina apresurada para ir a su trabajo.
En El Silencio un grupo de personas sale de la estación de metro. Unos llevan rostros adormilados y otros uniformes de cajeros de banco.
En la acera un grupo de buhoneros prepara sus puestos para el día de ventas. Un hombre cuelga el cuerpo de un maniquí con senos y caderas prominentes en una estructura metálica. Mientras que otro ordena un grupo de películas piratas por orden alfabético.
Una mujer muy atractiva camina por el lugar perfectamente vestida, maquillada y entaconada atrayendo la mirada de todos los presentes.
Unos metros más allá un anciano desdentado se come una arepa de carne mechada en un puesto callejero. En la radio del puesto de arepas escucha la entrevista a un economista de izquierda que habla sobre la importancia de la economía comunal en el engranaje del proyecto socialista.
Una mujer joven y delgada pasa por allí buscando donde sentarse. En sus brazos un bebé de 5 meses llora desesperado y hambriento. Cuando finalmente la mujer encuentra una jardinera sin pinchos metálicos donde sentarse, coloca el bolso con sus cosas en el suelo, se sienta y le da el pecho al niño. El pequeño bebé mama la teta con apetito.
Unos niños vestidos con uniforme escolar caminan por allí riendo ruidosamente y haciéndose bromas los unos a los otros.
Las hojas de un árbol centenario se agitan con el viento a mitad de la calle.
Un hombre francés de bigotes blancos detiene su carro rojo para darle paso a una anciana de 70 años.
La anciana agradece el gesto con los dos brazos.
Un niño moreno mira lo que sucede parado bajo una parada de autobús. 

Con cara de preocupación, Juan, un hombre delgado, moreno, de 36 años recién cumplidos, espera parado en el mostrador justo al frente del vendedor de la farmacia. 
El hombre blanco de baja estatura y lentes, teclea rápidamente en una computadora.
Juan sostiene una receta médica entre sus manos.

VENDEDOR DE LA FARMACIA
¡Aquí está! 

Juan mira al vendedor de la farmacia con los ojos completamente abiertos.
El vendedor lee la pantalla de la computadora.

VENDEDOR DE LA FARMACIA
6.500.000 de bolívares 6.25 miligramos, 
9.500.000 de bolívares 12.5 miligramos,
ambas con 30 comprimidos… ¿Cuál va 
a llevar?

Juan hace el cuerpo para atrás y niega con la cabeza.

JUAN
No, no, ninguno... ¿Subió no?

VENDEDOR DE LA FARMACIA
Sí, el precio se ajusta al momento con 
el precio del dólar…

Juan le quita la mirada al hombre, dobla la receta médica y la guarda en su pantalón. 

JUAN
Claro… Sí… Gracias…

Camina a la puerta de salida de la farmacia.
En la calle, un anciano con ropa roída y un bolso tricolor en la espalda, come un poco de arroz que saca de una bolsa de basura en la esquina. 
Juan lo mira por un segundo, pero le quita la mirada de encima sintiendo pena ajena. Camina a la parada de autobús que está justo enfrente de la farmacia. 
Allí está esperándolo su hijo José, un niño moreno de 6 años, que luce apagado y enfermo recostado de una valla publicitaria. 

JUAN
¡La próxima vez entras conmigo a la 
farmacia!

José niega con la cabeza, toma a Juan de la camisa y hace que se agache a su lado. Se acerca al oído de Juan y susurra. 

JOSÉ
Ahí le ponen inyecciones a los niños que 
se portan mal.

Juan se separa extrañado.

JUAN
¡Pero si tú nunca te portas mal!

José vuelve a jalar la camisa de Juan y le dice al oído.

JOSE
Pero es que también se las ponen a los 
niños enfermos...

Juan se separa de él y le toca la cabeza.

JUAN
José, nadie te va a poner una inyección, 
¿okey?.

José asiente. Juan mira al fondo de la calle. 
Vemos una camionetica de color rojo aproximarse.
Escuchamos la canción Aguanile de Héctor Lavoe, el volumen se incrementa con la proximidad de la camioneta.
Juan le hace un gesto al conductor y la camioneta se detiene a su lado.
Juan sube a la camioneta y se aproxima al oído del chofer.
El chofer asiente con la cabeza y baja el volumen de la canción.
Juan ayuda a José a subir el alto escalón de la camionetica. 
Lo levanta por un brazo hasta colocarlo a su lado.

Con algo de vergüenza, Juan habla a los pasajeros, parado en medio de la camionetica y con José parado frente a él.
José luce enfermo al lado de su padre.

JUAN
Señoras y señores, buenas tardes. 
¿Me responden las buenas tardes?

Todos los pasajeros responden.

PASAJEROS
Buenas tardes.

JUAN
Yo no quisiera tener que molestarlos, pero 
es que mi hijo, este mismo que ustedes ven 
aquí nació con una insuficiencia cardíaca y 
necesita tomar todos los días un medicamento 
llamado Carvedilol.

En el primer asiento Juan mira a una mujer rubia, clase media, de 50 años. La mujer mira a José detalladamente. Desinteresada, voltea a mirar a la ventana.

JUAN
Este medicamento hoy me cuesta 6.500.000
bolívares los 6.25 miligramos y 9.500.000
bolívares los 12.5 miligramos… 

Detrás de la mujer rubia, Juan mira a un par de jóvenes liceístas, camisas azules, que se dan un apasionado beso con lengua. 
Al otro lado del autobús, Juan mira a otros dos jóvenes de 25 y 26 años, hablando entre ellos animadamente, sin prestarle atención. 

JUAN
Señoras y señores, hace 3 meses que yo no 
consigo trabajo, y antes de robar o dejar que 
mi muchacho se me muera prefiero pedir 
dinero en la calle, así pasemos vergüenza. 

Juan mira a un hombre de traje azul oscuro. 
El hombre se mete la mano en el bolsillo y le da a Juan tres billetes de 100 bolívares.
 
JUAN
Que dios se lo multiplique. 

Juan mira al fondo del autobús, donde una anciana de gruesos anteojos, le ignora absorta en sus pensamientos.
No hay nadie más en la camioneta.
Juan le pregunta al chofer si puede llevarlo unas cuadras más adelante y chofer no tiene inconvenientes. 
Sube de nuevo el volumen a la radio. 
José mira la ciudad en movimiento parado al lado de su papá, muy cerca de la puerta
de la camionetica. 
Un numeroso grupo de motorizados vestidos con franelas rojas se abren paso entre los carros agitando banderas del gobierno. 

RADIO RUMBOS
Radio Rumbos, dando la hora. 

Suenan las tres notas de un xilófono.

Son la 11 y 27 minutos de la mañana.

Las aceras están llenas de buhoneros vendiendo todo tipo de mercancía, ropa, chucherías, comida. De gente caminando apresuradamente.

La camionetica se detiene a un lado de la Plaza Miranda.
Juan toma del brazo a José y sin darse cuenta lo coloca sobre un charco de agua estancada en la cuneta.

JOSÉ
¡No!

Juan se baja y también mete uno de los zapatos en el agua.

JUAN
¡Coño‘e la madre! Vamos, que eso se 
seca en un ratico.

José asiente y sigue a su papá.  Caminan hasta llegar a una esquina y cruzan la calle. 
José poco a poco se va quedando atrás.
Juan nota que José no está a su lado. Mira hacia los lados, hacia atrás. 
José camina hacia él.

JUAN
José, por favor, no te quedes atrás, no 
quiero que te pierdas.

JOSÉ
Es que estoy cansado...

JUAN
¿Cansado de qué? Si no hemos hecho 
nada todavía...

Juan se agacha a su lado y mete la camisa blanca de José dentro del pequeño pantalón. 
Juan nota que un alfiler sostiene los bordes del pantalón de José.

JUAN
Cuando tenga plata te compro otro 
pantalón...

José asiente y mira a Juan en silencio.

JOSÉ
Me voy a poner viejito...

JUAN
Ja, Ja. ¿¿Eso te lo enseñó tu mamá verdad??

José asiente sonriendo. 
Juan niega con la cabeza.

JEISON
¡Épale Juan! 

Juan voltea a mirar y ve a Jeison aproximarse con su carrito azul. Jeison es un hombre moreno de 28 años, un plastificador de documentos ambulantes. Se estrechan las manos.

JEISON
¿Qué más Juan?, ¡José! No te había visto, 
¿Cómo te sientes?

JOSÉ
¡BIEN!

JEISON
¡Yo sabía que tú no estabas enfermo!

José sonríe animado.

JEISON
¿Has practicado los ganchos que te enseñe? 

Jeison, se agacha al lado de José y pone las palmas de las manos frente al niño. 
José comienza a tirarle puñetazos a las manos.

JEISON
¡Así mismo es! Tienes fuerza. ¡Ya nadie te 
va a ganar en el barrio! 

José sonríe.
Jeison toca la cabeza del niño y se levanta al lado de Juan.

JEISON
¿Cómo van los negocios compadre?

JUAN
¡Jodido compadre! Ni de obrero se 
consigue trabajo…

Una muchacha rubia de 35 años se les acerca.

MUCHACHA RUBIA
¿Sr. cuánto me cuesta plastificar una cédula?

JEISON
Depende de la foto... 

La muchacha rubia le entrega la cedula extrañada. 
 
JEISON
Si saliste bonita 50 bolívares.

MUCHACHA RUBIA
Salí horrorosa. ¡Mejor ni mire la foto!

Jeison mira la foto.
La muchacha rubia posa de frente con frenillos en los dientes, un peinado agitado de los 80, los parpados pintados de color verde y los pómulos maquillados con un fuerte color rojo.

JEISON
¡Cóño!

MUCHACHA RUBIA
Mire señor, no sea abusador ¡mejor 
devuélvame mi cédula!

Molesta, le quita la cédula de las manos y se va del lugar.
Jeison voltea a mirar a José sonriendo.

JEISON
Compadre...  ¡Hay que echa’ pa’lante!
¡Cómo sea! 

Jeison le da una palmada a Juan en la espalda y comienza a mover el carrito.

JEISON
Tamos hablando. Yo sigo, que hay que 
resolver la papa.

Jeison mira a José y bromea con él.

JEISON
¡Hasta lueguito dijo Monchito!

José le sonríe y se despide con la mano.

JOSÉ
¡Chao! 

Jeison vocea alejándose entre la gente.

JEISON
¡PLASTIFÍCATE!

Al pasar por una vitrina de Dorsay, José se detiene a mirar los juguetes. 
Dos niños maniquíes con caras desgastadas parecen mirar a José. 
José mira con asombro un robot plástico casi de su tamaño.

JOSÉ
¿¡Viste!?

Juan mira el precio del robot, 18.000.000 de bolívares.

JUAN
¿Y los carritos que te trajo el niño Jesús 
el año pasado? 

JOSÉ
Los rompí. 

Juan asiente.

JUAN
¿¿¿Vamos???

José asiente. 

JUAN
Aquí abajo hay una farmacia, dame
la mano...
 
José tiende la mano a su papa.

JOSÉ
Papá tengo hambre...

JUAN
¿Pero tú no te comiste una vaina 
en la casa?

José niega con la cabeza.
Preocupado, Juan se mete la mano en los bolsillos y saca unos billetes arrugados. 
Los cuenta. Son exactamente dos mil bolívares.

JUAN
¿Qué te quieres comer?

Caminan por una parada de autobús y José señala un afiche publicitario.

JOSÉ
Una de esas...

JUAN
¿Una de cuáles?

Pregunta Juan extrañado y descubre la valla con la mirada. 
Es una publicidad de mayonesa, en la que un niño rubio sonriente se come una hamburguesa de pollo con papas fritas.
Juan voltea a mirar a José y el niño le sonríe.
Algo molesto.

JUAN
¡Saliste sifrino como tu mamá! ¿Tú 
no sabes que para comer así hay que 
ganar cien millones al mes?

José mira al niño de la publicidad y luego mira a su papá.

JOSE
¿Cien millones?

Juan asiente. 
Agarra al niño del brazo y se aleja del lugar.

Juan y José se acercan a un puesto de pastelitos.
El vendedor es colombiano, un hombre blanco de 50 años, bigotes y un marcado acento bogotano.

VENDEDOR DE PASTELITOS
Pídame... ¿¡Cuántos!?

Golpeando el carrito dos veces con un largo tenedor metálico. 

JUAN
¿De qué lo quieres?

A su lado José ve a un niño mordiendo un pastelito.
El queso se estira formando un hilo entre el niño y el pastelito. El niño muerde el queso acercando su cara al pastelito pedazo a pedazo.

JUAN
Le grita a José.

José. ¡Háblame!

José voltea de un salto.

JOSÉ
¡De queso! 

JUAN
¿De qué tienes jugo?

VENDEDOR PASTELITOS
Culei y parchita.

JUAN
Dame culei.

JOSÉ
¿Y para mí?

JUAN
Tú tomas de este. Yo solo me tomo 
un traguito.

José asiente.
El vendedor le da un pastelito a José.
José muerde el pastelito, pero el queso no se estira. 
José se queda extrañado y mira al niño a su lado.
El niño estira el queso de su pastelito.
José muerde su pastelito una vez más y esta vez el queso se estira del pastelito hasta su boca.
José sonríe satisfecho y voltea de nuevo a mirar al niño de al lado. Pero el niño no está más en el lugar. La madre del niño lo jala de la mano unos metros más adelante.

Justo al frente de la calle un vigilante corpulento saca violentamente del local, a un hombre sucio y vestido con harapos. El hombre se tropieza y cae contra la acera.
Juan observa la escena sorprendido.

VENDEDOR DE PASTELITOS
¿Y para usted?

Sobresaltado.

JUAN
No, no, yo no quiero nada.

VENDEDOR DE PASTELITOS
¿Ni un cafécito?

Juan niega con la cabeza.
José arroja la servilleta grasienta al suelo.

VENDEDOR DE PASTELITOS
¡Niño! ¿Usted no ve que ahí tengo 
un pipote?

JUAN
Coño rey… ¡Amaneciste amarga’o! 
¡Déjame al muchacho tranquilo! 

JOSÉ
¿Papá me puedo comer otro pastelito?

El vendedor de pastelitos lo mira, esperando la aprobación.
Juan se toca el bolsillo trasero.
Asiente lentamente.

JUAN
Dame otro pastelito ahí. 

El vendedor de pastelitos golpea el carrito una vez con su largo tenedor metálico. 

VENDEDOR DE PASTELITOS
¿De qué lo quieres?

JUAN
¿De qué lo quieres José?

JOSÉ
¡De carne!

JUAN
¡De carne!

El vendedor escoge un pastelito entre los que están ya fritos en el interior de un colador metálico y se lo entrega al niño. 
Juan mira fijamente un Farmatodo al otro lado de la calle.

Justo en ese momento sale de allí Julia, una mujer italiana, de 56 años, algo de sobrepeso y vistiendo un traje gastado de los 70, de color verde esmeralda.
En una pequeña cartera amarilla guarda una faja desordenada de bolívares y dólares de diferentes denominaciones. 
Desconfiada, Julia echa a andar apresuradamente mirando una y otra vez a su alrededor con paranoia. 

Juan mira a la mujer con atención.

Julia se acerca a una joven morena que pasa a su lado y le pregunta algo.
La joven le señala en una dirección. Julia agradece con un gesto y sigue su camino.

Juan murmura entre sus labios.

JUAN
¿Pa’ dónde irá esa vieja?

Se agacha al lado de José. 

Dame un poquito

Muerde un pedazo del pastelito de carne. 

Voy a la farmacia José...

Lo mira a los ojos.

Espérame aquí tranquilo ¿Okey?
Toma para que pagues los pastelitos. 

José asiente. Juan le entrega los billetes.
El vendedor de pastelitos los mira inquisitivo.
Juan se aleja del puesto. 
Alterado el vendedor de pastelitos le pregunta.

VENDEDOR DE PASTELITOS
¿Y estos pasteles quién los paga?

Juan señala a José.
El hombre nota los billetes en la mano del niño.
José nota que Juan no camina a la farmacia. 
Apresuradamente se mete lo que queda del pastelito en la boca y le da los billetes al vendedor de pastelitos.
Bota el papel en el suelo.

VENDEDOR DE PASTELITOS
Niño. ¡El pipote!

José echa a correr detrás de su padre.
El vendedor recoge el papel del suelo.

VENDEDOR DE PASTELITOS
¡Coños de madre!

En un momento Juan está detrás de Julia, siguiéndole los pasos por entre la gente.
Julia se para frente a una vitrina de una tienda Monte Cristo.
Juan se para unos pasos más allá, en la misma vitrina. Finge que ve unos calcetines, pero lentamente voltea a mirar a Julia. A su pequeña cartera amarilla.
Julia lo mira también en ese momento, se asusta y se aparta de él rápidamente. Apretando su cartera amarilla con ambas manos sobre el pecho.
Caminando por la calle Julia voltea una y otra vez hacia atrás para mirar si Juan sigue tras de ella. 

Nervioso, unos pasos más atrás, Juan finge no seguirla. 
Ahora es él quién está paranoico mirando a toda la gente a su alrededor. 
Una mujer embarazada que pasa a su lado.
Un anciano zapatero que repara unos zapatos negros en una esquina.

Media cuadra más atrás, José acelera sus pasos y se esfuerza por no perder la pista de su papá. 

Juan se decide y echa a correr tras Julia. Intentando arrebatarle la cartera amarilla.
Sorprendida, la mujer forcejea decidida a no soltar su cartera y comienza a gritar desesperada. 

JULIA
¡¡¡¡AUXILIO!!!! ¡¡¡¡POLICÍA!!!!

La mujer embarazada y el zapatero, miran lo que sucede sin moverse.
Juan arranca la cartera de las manos de Julia y emprende una carrera.
Julia corre tras de Juan gritando desesperada.

JULIA
¡¡¡¡AL LADRO!!!! ¡¡¡¡AL LADRO!!!!

Héctor, un hombre de 34 años, moreno y forzudo que sube unos escombros a un camión, mira lo que sucede, deja lo que está haciendo y comienza a correr tras de Juan.


HÉCTOR
¡¡¡AGÁRRALO!!! ¡¡¡AGÁRRALO!!!

Unos metros más atrás José cruza una calle sin mirar a los lados.
Un autobús frena justo antes de atropellarlo. 

CHOFER
¡Diablo!
 
Juan corre por las calles completamente desbocado.
Se tropieza contra una mujer de camisa morada y piel blanca, que mira la vitrina de una ferretería con un café en la mano.
El café se desparrama sobre la ropa de la mujer.

MUJER CAMISA MORADA
¡Cóño‘e tu madre!

Julia pasa corriendo al lado de la mujer de camisa morada.

JULIA
¡Agárralo! 

Acto seguido pasa Héctor corriendo.

HÉCTOR
¡AGÁRRALO!

La mujer de camisa morena grita emocionada.

MUJER DE CAMISA MORADA
¡¡¡¡¡AGÁRRALO!!!!! 

Y sin más se pone a correr tras de ellos.
El dueño de la ferretería, un árabe de 55 años, blanco y de contextura gruesa, se une a la carrera y a la gritería que comienza a ser colectiva.

ÁRABE
¡¡¡¡Agárralo!!!!

José corre detrás de todos ellos.

JOSÉ
¡Papá! ¡Papá!

Desesperado, Juan corre por entre los autobuses, por entre la gente, pero no consigue perder a sus perseguidores.

Héctor, que está tras sus pasos le da un empujón a Juan y este cae aparatosamente contra el pavimento. 
Héctor lo levanta agarrándolo por la camisa. Lo voltea y comienza a golpearlo en el pecho y en el rostro.
Los pasajeros de un autobús que pasa miran la escena llenos de curiosidad.
El chofer grita lleno de ira.

CHOFER AUTOBUS
¡Mata a ese cóño ‘e su madre!

José se abre paso entre los curiosos que miran lo que sucede. Llega al lado de su padre y golpea a Héctor con los ganchos de boxeo que le enseñó Jeison.

JOSÉ
No, ¡No!

HÉCTOR
¡Quítate carajito!

Héctor empuja a José violentamente y el niño cae al suelo.
Juan al ver que José comienza a llorar, se llena de fuerza y golpea a Héctor en la barriga.

JUAN
¡Hijo de puta!

Héctor le da un puñetazo en la cara a Juan y lo tira al suelo una vez más.
Asustado, José se levanta del suelo y se tropieza con Julia que llega preguntando dónde está su cartera.
Juan mira a José y le grita.

JUAN
¡Vete de aquí! ¡Vete!

Juan intenta levantarse del suelo.
Héctor arranca la cartera amarilla de Julia de las manos de Juan y lo golpea, con el puño cerrado en la cabeza y le entrega la cartera a Julia.
José mira lo que sucede.
Haciendo acopio de fuerza, Juan se vuelve a levantar. 
El árabe, llega al lado de Juan y le da una patada en la espalda que le hace caer una vez más.

ÁRABE
¡Basura!

Con lágrimas en los ojos Juan voltea a mirar a José.
Un hilillo de sangre desciende por la comisura de sus labios.
José da unos pasos hacia atrás hasta llegar a la acera de en frente.
En ese momento llega una patrulla al lugar y se bajan dos policías.
Los policías apartan a Héctor y al árabe.

POLICÍA #2
¡Cóño e’ madre!

El policía le da un rolazo a Juan en las costillas. 
Lleno de dolor, Juan se dobla sobre sí mismo.
Lo esposan. 
Casi arrastrándolo los policías llevan a Juan hacia la patrulla.
Héctor, la mujer de camisa morada y el árabe miran la escena con aprobación.
Julia se acerca a Juan y lo golpea en la espalda con su cartera.

POLICÍA #1
Señora, por favor.

Los policías la apartan de Juan y lo suben a la parte de atrás de la patrulla. 
De pronto el sonido de la sirena resuena con fuerza en la calle y la patrulla echa a andar.
Rodeado por buhoneros y gente que pasa, José mira a su papá alejarse en el carro de la policía.
Está asustado y aún no sabe como reaccionar. 
Aunque trata de contener el llanto, una lágrima desciende por su rostro.
Poco a poco la patrulla desaparece en la avenida entre los carros en movimiento.
Un sol inclemente brilla con fuerza sobre un cielo azul claro y completamente despejado.




(Inspirado libremente en 
“Ladrón de Bicicletas” (1948) 
Dir. Vittorio De Sica)

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