Por Sergio Marcano.
Gilberto es un tipo moreno de 20 años.
Lleva al menos 2 semanas enamorado solo de Ahlena, una chica blanca, delgada y atractiva de 18 años, que entró a trabajar en la fabrica el mes pasado.
Esto nunca le había pasado.
Jamás en toda su vida se había enamorado a primera vista.
Y esto lo hacia sentir ansioso, inseguro, fuera de lugar, torpe y pare usted de contar.
Quizás si ella no tuviese ese bronceado cobrizo natural en su piel las cosas serian diferentes…
O esa tumusa de pelo gigante y desordenado coronándole la cabeza…
Ni esa manera de reír contagiosa, con esa sonrisa perfecta…
O ese tono de voz pausado…
En fin…
Ahlena era, la encarnación de todo lo que Gilberto siempre había objetificado y deseado en una mujer.
Un tipo de belleza que simplemente no podía resistir.
Ahlena, es una chica muy humilde, trabajadora y bastante madura para su edad.
Sabe que es atractiva, pero no es vanidosa, por lo que su atención no gira entorno a su aspecto físico de ninguna manera.
Entró a trabajar en la fábrica para colaborar con su mamá en los gastos de la casa.
Allí habla con todos de manera cordial, pero se comunica solo con Francisca, su compañera de faena diaria, una joven rellena de cabello liso, con 22 años de edad y 3 meses de embarazo.
Ahlena ha visto a Gilberto en la fábrica, incluso le sonrío alguna vez en el comedor, pero nunca se ha detenido a pensar en él.
Para ella, como tantos otros jóvenes y no tan jóvenes que trabajan en la fábrica, es tan solo un empleado más del lugar. Y es que, aunque pueda resultarle antipática a algunos hombres, ella no está trabajando allí para encontrar novios o pretendientes.
Ya de eso tenia bastante a su alrededor.
Ayer justo una hora antes de salir, los jefes de área les informaron a todos los trabajadores bajo su coordinación que al día siguiente los empleados que se anotaran en una lista, saldrían en una caravana para Caracas a marchar en apoyo al gobierno del Presidente-Comandante Nicolás Maduro y en rechazo a las pretensiones injerencistas del imperio norteamericano.
Al escuchar la información, Gilberto, que no pudo dormir en toda la noche de pura frustración por aún no haberle hablado a Ahlena, se llenó de valor y a la hora del almuerzo, se le acercó y le preguntó sin rodeos si quería ir a la marcha con él.
Ahlena, que en ese momento se disponía a comer de un tupperware lleno con arroz y caraotas, se sorprendió por la invitación.
Tratando de no ser antipática, pero a la vez de evadir a Gilberto a quien simplemente no conocía, le pidió que le dejara la tarde para pensarlo.
Francisca, que fue testigo de todo, a penas se fue Gilberto, le dijo a Ahlena emocionada que tenía mucha suerte de que Gilberto la hubiese invitado, porque él era el muchacho más bello de toda la fábrica.
Ahlena miro a Gilberto alejarse.
¿El muchacho más bello?
Tratando de salir del compromiso le preguntó a Francisca si no quería que fueran a marchar los tres juntos.
Pero Francisca, le aseguró a Ahlena que no podía ir a Caracas al día siguiente porque tenia el control médico de su embarazo.
Esa tarde en la fábrica corrió el rumor de que a los empleados que no asistieran a marchar no les sería otorgado el beneficio de la bolsa de comida a fin de mes.
Por lo que Ahlena, que estaba considerando no ir a Caracas, tendría que ir de todas, todas a marchar, ya que de ser cierto ese rumor, no le convenía perder la bolsa de comida.
Ya las cosas en su casa estaban bastante complicadas como estaban…
En el transcurso de esa tarde Ahlena, que no podía concentrarse en su trabajo, le preguntó a todas y cada una de las mujeres de su departamento si irían a la marcha. Pero a la mayoría de ellas, quizás por ser mujeres de la tercera edad, les parecía muy cuesta arriba hacer un viaje de ida por vuelta hasta Caracas.
Ahlena no sabia que hacer, ¿Sería mejor ir con Gilberto, que era prácticamente un desconocido, o sola entre el grupo de la fábrica?
Si tan solo Francisca pudiera ir…
Por su lado Gilberto, completamente bipolar, pensaba apasionadamente en los dos escenarios de la respuesta de Ahlena.
Si le decía que no iría a la marcha con él, lo más seguro es que se montaría en el metro y se iría al Sambil en Chacao a ver una película y olvidarse de todo.
Pero si ella le decía que sí, la posibilidad que le aceleraba la respiración y los latidos del corazón, tenía que tener preparado un repertorio de bromas, chistes y cosas interesantes para decirle.
No podía arriesgarse a dejarla con una mala impresión.
A la hora de la salida justo en el momento en que Ahlena marcaba tarjeta, Gilberto se le acercó nervioso, pero decidido a asumir cualquier respuesta que ella decidiera darle.
Ya no quería seguir pensando en Ahlena si no tenía posibilidades. Así que su respuesta lo definiría todo en ese momento.
Para bien o para mal.
Al ver a Gilberto caminando hacia ella, Ahlena por primera vez se dio cuenta de su atractivo.
Su tamaño.
Su contextura.
La forma de su cara.
Su boca.
Y allí, en ese mismo momento, decidió decirle que sí. Que podían ir juntos a la marcha.
Gilberto le sonrió sin poder contener su emoción y hubo algo en esa genuina alegría que cautivó la atención de Ahlena.
Caminaron juntos a la salida y se anotaron en la lista para ir a marchar a Caracas.
Gilberto esa noche tampoco pudo dormir.
Aunque ya había tenido seis novias, dos resuelves y una amiga con derecho en el pasado, ninguna de ellas le habían hecho sentir lo que sentía por Ahlena.
Como a las 3 de la mañana, decidido a no perder más tiempo, se levantó de su cama y se bañó pausadamente con una totuma, un cuarto de jabón las llaves y medio balde de agua.
Como a las 4 de la madrugada, antes de salir para la fábrica, Ahlena preparó 2 sándwiches con una canilla de pan, queso blanco rallado y 2 lonjas de mortadela.
Los guardó en una bolsa plástica y los metió en su bolso de mano.
La Sra. Rosario, madre de Ahlena, que también estaba levantada a esa hora pero preparando café negro y unas arepas para la venta, le pidió a Ahlena que la llamara apenas llegara a Caracas y antes de que saliera para la calle le dió la bendición y la persignó con cariño.
Cuando Ahlena llegó al frente de la fábrica se encontró a Gilberto parado allí esperándola.
Por primera vez ambos se saludaron con un beso en la mejilla.
Sería justo decir que los dos estaban un poco nerviosos.
Caminaron juntos a hacer una pequeña cola para confirmar su presencia, subieron al autobús y como a las 5 de la mañana, sentados uno al lado del otro, iniciaron el camino hasta Caracas.
En un primer momento, quizás porque Ahlena estaba un poco adormilada, a Gilberto le costó romper el hielo entre los dos.
Pero decidido a que se conocieran, como a eso de las 8 de la mañana, Gilberto comenzó a hablarle de todo lo que había pensado que le diría y de cualquier otra cosa que se le cruzó por la mente.
Ahlena, que ahora estaba más despierta y animada comenzó a reírse como una tonta de casi todo lo que decía Gilberto.
Poco a poco, a medida que se acercaban a Caracas Ahlena se dió cuenta de que Gilberto, además tener una cara bonita, era también un tipo inteligente, simpático y ocurrente.
Cuando finalmente llegaron a Caracas el autobús se detuvo en Chacaíto. Al lado de otros autobuses que venían de Barquisimeto, Maracaibo, Puerto Cabello, Mérida y otros lugares del país.
En la calle había un ambiente vibrante, lleno de buena energía y de esperanza colectiva en estar poniendo un grano de arena en la causa que construiría un mejor futuro para el país.
En un momento que Ahlena hablaba con su mamá, Gilberto entró a una licorería y compró media botella de cocuy tinto y una Coca-Cola.
En eso se le fue toda la quincena.
Pero eso a él no le importaba. Estaba claro que este momento con Ahlena valía eso y mucho más.
Vació la botella de cocuy en un cooler anaranjado que tenía en el bolso y lo mezclo con la Coca-Cola.
A Ahlena normalmente no le gusta mucho beber, pero se sentía tan bien, y todo le parecía tan bonito en Caracas –ciudad que visitaba por primera vez–, que decidió no hacerse de rogar.
La convocatoria a la marcha era sorprendente, multitudinaria, cada vez llegaban más autobuses, cada vez había más gente, era como un rio, una corriente viva que avanzaba por las diferentes calles y avenidas de la ciudad.
Cuando pusieron la canción “Chávez corazón del pueblo”; casualmente la canción favorita de Ahlena y de Gilberto; los dos comenzaron a bailar de manera alegre e instintiva. Sonriendo, sintiéndose bien por estar allí juntos en ese momento.
Y por primera vez se miraron a los ojos genuinamente.
Y como si del calzar de las piezas de un rompecabezas se tratara, comenzaron a gustarse mutuamente.
Agrupados junto a cientos de personas en la Av. Bolívar escuchando el discurso de Nicolás Maduro, Gilberto se armó de valor y le agarró una mano a Ahlena.
El corazón le palpitaba rápidamente.
Sin soltarse, Ahlena miró a Gilberto intensamente y se decidió a darle un beso.
Él le respondió de manera apasionada.
Y afiebrado por el sabor de sus labios, le pidió allí mismo que se hicieran novios.
Ahlena, que suele ser un poco más concienzuda en la toma de todas sus decisiones, quizás por los tragos de cocuy con Coca-Cola, o tal vez por la buena química de los besos, le dijo que sí sin pensarlo demasiado. Y una vez más se fundió con Gilberto en un beso profundo.
En ese mismo momento, la multitud comenzó a aplaudir y dar vítores emocionados.
Ambos tuvieron la sensación instantánea de que todos los presentes celebraban el inicio de su relación.
El sol brillaba con fuerza en el cielo caraqueño.
De regreso al autobús, una vez terminado el acto presidencial, Ahlena sacó los sándwiches que había preparado en la mañana y los dos los comieron con apetito caminando por las calles de Caracas.
Ya en el autobús estaban casi todos los empleados de la fabrica.
En el camino a Puerto La Cruz, Ahlena y Gilberto estuvieron todo el tiempo agarrados de las manos.
Pero esta vez la que hablaba de todo lo que le cruzaba por la mente era Ahlena.
Gilberto solo la miraba embelesado.
Además de bella Ahlena era inteligente. Tenia sentido del humor y no paraba de hablar nunca.
¿Cómo no estar perdidamente enamorado?
Jejeje una historia de amor en plena "revolución". Me encanta todo lo que está detrás.
ResponderEliminarFascinada, muy linda y fresca esta historia de amor.
ResponderEliminarLleno de detalles que le dan frescura al texto y además contextualizado en esta Caracas "del siglo XXI". Como debe ser, el compromiso del escritor con su realidad social.
ResponderEliminarBelleza de texto, me encantan las descripciones
ResponderEliminarSin ánimos a politizar, un Amor de Chavistas-Maduristas... Un buena historia de amor en una marcha, cuantas abran sucedido en todo este tiempo de Revolucion. Excelente historia Sergio.
ResponderEliminarCoño Sergio la mortadela era Giacomello o de boloña de pollo, jejeje...
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