Por: Andreina Gutiérrez.
Cuando la gente se va todo lo que deja son las sobras, los restos, los retazos de lo que alguna vez fue una vida, una relación, un episodio, una persona que ya no es, que no puede ser, se acabó quien era, entonces las personas, los lugares, el país se vuelven sobras también. Los recuerdos igualmente sobran. Empezar de cero implica hacer un "delete" completo, real, en toda su vida, todo se convierte en pasado, y el pasado pisado! Los interminables clichés acerca del borrón y cuenta nueva incluyen lo que sienten y piensan los demás, todo lo que no pueden meter en la única maleta que se llevan, pues no es indispensable, y ya que no se puede meter una persona en una maleta... En la supervivencia no hay cabida para los sentimientos y las nostalgias, no hay tiempo para pensar en lo que se dejó. Pesadillas y sueños turbios van y vienen, no significan nada, como todo lo demás, eso también se olvida. Así es como los que se quedan se van convirtiendo en sobrante, desecho, desperdicio, no es que sean precisamente basura, es que ahora son inservibles, inutilizables, no entran en el nuevo mundo, en la vida nueva, el recuerdo en el que se convierten también será un sobrante.
Los que se van no ven atrás mientras dejan montañas de objetos, muebles, ropa, incluso mascotas, seres vivos que te miran con grandes ojos acusadores y nostálgicos, penitentes también de la ausencia. y te quedas con toda esa clase de objetos que no extrañarán y de los cuales no les interesará su destino. Su camisa favorita se convertirá en coleto rápidamente, pero no le interesará, de eso se trata irse, lo que sentían por esa camisa ya no existe, eventualmente la olvidarán, olvidarán dónde y cuándo la compararon, olvidarán los lugares y los hechos en que la vistieron, olvidarán por qué les gustaba, como los hacía sentir, los piropos que recibían cuando se la ponían, olvidarán aquella vez que derramaron café sobre ella porque fueron torpes, cualquier recuerdo asociado a esa camisa se borrará eventualmente de su cabeza y con ello los sentimientos y pensamientos que le acompañan. Y eso incluirá a las personas. Para sobrevivir emocionalmente el cerebro deberá cancelar todos los recuerdos en todos los niveles conscientes e inconscientes, aunque vuelvan a ver una camisa igual, su cerebro les dirá que sí les gusta pero ya no les dirá por qué. Atrás, allí quedará todo, en la parte de atrás de la cabeza, en el cerebelo, en la parte reptil, en lo profundo, casi insondable, un sedimento delgado, agrietado e inamovible, ya nada lo traerá a la superficie, habrá capas y capas de nuevas memorias que lo enterrarán aun más. Y todo podría ser malo nuevo o bueno nuevo y da igual, porque chivo que se devuelve.... La tecnología es otra trampa caza bobos que te hace creer que no existe la tal distancia física, pero sí existe, y es una angustia, una verguenza el suponer y sustituir, un ciclo esquizoide de no querer darse cuenta, autoengañarse frente a una pantalla. Y todo está bien, y todo sigue igual, pero cambió y no hay vuelta atrás.
Y así el tiempo es un disolvente muy poderoso, más de lo bueno que de lo malo, lamentablemente. El ser humano es decepcionante en su concepción del mundo, el dolor le genera más apego que el amor, el precio del amor es muy alto pero el dolor se paga tan fácil y rápido, a menos que entre la biología y se mueran las neuronas, ahí ya no hay excusas, ni mecanismos de defensa, nada de manipulaciones, ni siquiera el desprecio, queda solo el olvido simple y real de la muerte de las células cerebrales. Y entonces alguien en algún rincón lejano que ya no recuerdan, deseará para sí ese olvido neuronal, tan impávido e incrédulo pero enorme y presente como un peñasco. No más ver los objetos dejados por alguien más y recordar, no más ir a los lugares compartidos y recordar, no más canciones, no más fotos, no más sabores, olores, horarios, películas, frases, risas, llantos, sorpresas, sustos, peleas, decepciones. El despecho no es algo que exista fuera del ámbito romántico de pareja, nadie quiere nombrar el dolor de otra clase de pérdida, otra clase de abandono, es vergonzoso e inmanejable, no hay cómo asirse, no hay canciones que hablen de eso que no tengan una connotación política, se vuelve todo tan impersonal, aparece esa palabra que empieza con "i", o la que empieza con "e", y se vuelve todo tan sucio, duele desde donde sea que estés, porque en el fondo esas palabras significan que alguien sobra, a alguien dejaron, alguien ya no es tan relevante, alguien dio todo y ya no da nada, ya no importa. La ausencia física es una forma de muerte de ambas partes, nadie quiere reconocerlo, la culpa acecha pero hay cosas de qué ocuparse con las que taparemos la culpa, para que siga sin ser importante.
Los regresos
nunca lo son completos, son adaptaciones que ya no caben porque se fue el
momento. Entonces ya no estoy y ya no soy porque me acostumbré yo también. El
vacío será de ambos lados, incomprendido como siempre. La inmovilidad no es la
zona de confort de la que todos hablan, son excusas no asumidas, decisiones
tomadas por alguien más que no contempla la vastedad y la irónica y contundente
presencia de la ausencia. Quedarse no existe como opción porque ya uno está
aquí, la decisión está en marcharse o no. Marcharse también puede significar
sobrar en otra parte, siempre hay la posibilidad de ser las sobras de otro
alguien, en cualquier parte. Eres el sobrante aquí y allá, sobran ellos, sobras
tú, toda tu vida sobra, todo lo que has cuidado sobra. Un día serás desperdicio
real, y tus sobras esperarás que al menos las lancen al mar.
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