Por Sergio Marcano
MANUEL – MIÉRCOLES 7:33 PM
Un jeep de color amarillo, del canal Telenoticias, se estaciona en un centro comercial.
El productor, un camarógrafo y MANUEL (32), un hombre blanco, atractivo, delgado, de pelo castaño oscuro, se bajan del vehículo con la cámara en mano y se suben a un ascensor.
MANUEL: ¿Te dijeron en qué piso era?
PRODUCTOR: En el piso 3.
Manuel marca el piso.
Habla a un micrófono inalámbrico que tiene en la mano.
MANUEL: ¿Me oyes, me oyes? 1,2,3,4…
Mirando a los niveles de sonido en la cámara.
CAMARÓGRAFO: Listo. Listo.
En el piso hay cierto revuelo frente a
una tienda de ropa femenina.
Manuel y el camarógrafo se abren paso entre los presentes.
En la tienda hay percheros y ganchos tirados en el suelo.
Ropa desordenada.
Cristales rotos.
Manuel y el camarógrafo se acercan a SILVANA (26), una mujer atractiva, de curvas generosas.
Manuel la saluda, ambos se conocen.
Le pregunta si puede entrevistarla y ella no tiene problemas.
Se recoge un poco el cabello y mira a la cámara.
Manuel le pide que cuente lo que acaba de suceder.
El rostro de Silvana está hinchado y ligeramente amoratado.
Con una de sus manos cierra su blusa rasgada.
SILVANA: Ay Manuel, él entró aquí como un demonio.
MANUEL: ¿Quién?
SILVANA: Bobby, él no está bien… Lleva días siguiéndome, vigilándome…
Algunas lágrimas ruedan por su rostro.
SILVANA: Y comenzó a romperlo todo, a tirar la mercancía al suelo… Él cree que yo lo estoy engañando… Pero no hay otro hombre en mi vida… Él es el único.
Hace una pausa y de pronto comienza a llorar desconsolada.
SILVANA: Está enfermo. Es eso. ¡Los celos lo tienen loco!
Yo tengo miedo Manuel,
te lo juro,
tengo mucho miedo.
Yo creo que me quiere matar…
Manuel abraza a Silvana, el camarógrafo los graba.
11 PM.
Manuel trabaja en una sala de edición.
Está cansado, pero completamente comprometido con entregar el material para el noticiero estelar, el de la media noche.
En el monitor, una mujer de 75 años habla a cámara.
MUJER DE 75 AÑOS: Ay yo no sé… Yo leí por ahí que la mujer le
estaba montando cachos con un tipo… Yo no lo puedo creer… ¿Cómo le va a
montar cachos a ese hombre tan buenmozo?
Manuel habla frente a cámara.
MANUEL (MONITOR): El esposo de Silvana, el famoso beisbolista grandes ligas y reguetonero, Bobby Pérez se dio a la fuga…
La imagen comienza a retrocederse rápidamente.
Manuel toma un café de una taza y se fuma un cigarrillo para lograr mantenerse despierto.
Pone play en el software de edición.
MANUEL (MONITOR): El esposo de Silvana, el famoso beisbolista grandes ligas y reguetonero, Bobby Pérez se dió a la fuga y en estos momentos está siendo buscado por la justicia…
JUEVES 1 AM.
Manuel entra a su apartamento y cierra la puerta tras de sí.
Enciende una luz,
Camina a la cocina, abre la nevera.
No quiere comer nada, pero se obliga, saca una tortilla de papas de la nevera.
Se sienta en una mesa y la come sin calentar, directo del mismo contenedor.
Al terminar, se recuesta de la silla del comedor, enciende un cigarrillo y se queda mirando la fecha de un calendario en la pared.
Se levanta, se le acerca y le quita 3 hojas, Febrero, Marzo y Abril.
Piensa que su cumpleaños está a la vuelta de la esquina.
Camina al balcón y termina de fumarse el cigarro allí.
Caracas está silenciosa.
Con todo apagado y las calles tranquilas.
Casi daba la impresión de ser un lugar apacible.
Manuel camina al baño y se mira al espejo,
piensa que aún se ve bien.
Se quita la ropa, gradúa la temperatura del agua de la ducha y se mete bajo el agua un par de minutos tratando de relajarse.
Se masturba.
Su mente está dispersa.
Se le hace difícil acabar.
William, su ex pareja, viene a su mente, Manuel lo rechaza, pero, aún así, tiene un orgasmo pensando en él.
Sintiéndose culpable,
patético,
se repite a sí mismo, que tiene que olvidarlo.
Secándose en su cuarto enciende un televisor.
Mientras hace zapping mira diferentes imágenes de la campaña presidencial del chavismo y de la oposición.
Manuel se pregunta si quedará algún país en el mundo sin enemigos antagónicos,
sin jinetes de la post verdad,
un país medianamente normal…
Resopla hastiado y apaga el televisor.
Está seguro de que no es así.
Quita un desorden de ropa sobre la cama y lo coloca en un pequeño sofá.
Apaga la luz y se acuesta;
Se queda mirando al techo;
pensando que está demasiado solo,
que su cama es demasiado grande,
que no hay nadie que le interese sexualmente en su entorno.
Poco a poco el cansancio le vence y se queda dormido.
ARTURO – 2 AM
Conduciendo su carro de manera errática por la Av. Libertador;
ARTURO, un hombre de 30 años, de baja estatura, con unos kilos de más y de apariencia un poco descuidada.
En su carro, suena a todo volumen, “Vuelve a mí” de Pentágono
Y Arturo; ansioso, deprimido, frustrado, la canta a toda voz:
ARTURO: ¡Yo te amo y gritaré para quién quiera oír, que tú eres mí deseo de vivir!, soy un niño y es tu amor el que me hace crecer, cuerpo y alma tú y yo un solo ser.
En una de sus manos hay una cerveza y un porro a medio fumar en la otra, que alterna en su boca sin soltar el volante.
Sin prisa, dirige su carro a San Bernardino.
Entra en una urbanización clase media, de calles amplias y edificios pequeños.
Se estaciona frente a un edificio verde de no más de 6 pisos de altura.
Apaga el reproductor mp3, abre una cerveza y se recuesta en el asiento a beberla.
Piensa que todo en su vida está de cabeza
Si tan solo Lucía le diese otra oportunidad.
Fuera de sí, borracho, drogado, sale del Corolla azul y comienza a gritar.
ARTURO: ¡¡¡¡¡Lucíaa!!!!!
Arturo espera respuesta, pero no se escucha nada.
Gritando más fuerte.
ARTURO: ¡¡¡Lucíaaaa!!! … ¡¡Te amo!! ¡¡Déjame subir!!
VOZ DE HOMBRE (OFF): Cállate guevón.
ARTURO: ¡¡¡Lucíaaaaa!!!!
Una luz se enciende en el piso 4. Un hombre vestido con una franela roja se asoma por el balcón, con una pistola en la mano.
HOMBRE: ¡Vamos! Vete de esta vaina ¡coño de tu madre!
Echa unos tiros al aire.
Arturo se asusta, corre a su carro y se sube en el.
Acciona el encendido una y otra vez hasta que finalmente el motor arranca.
Arturo acelera y conduce velozmente hasta chocar contra un árbol cercano al edificio.
VICTORIA – LUNES 5 AM.
Suena la alarma del despertador.
Victoria (31) una mujer blanca, rellena, de pelo negro corto se resigna a que tiene que levantarse.
No durmió nada en toda la noche.
El calor,
los zancudos.
Su depresión crónica por no haber pedido la virginidad.
Está cansada.
Harta de su familia,
de tener que ir a trabajar en esa oficina en la que no quiere interactuar, ni hablar con
nadie, de las jornadas infinitas para ganar nada o casi nada.
No ha empezado el día y ya está malhumorada.
Se levanta de la cama y camina al baño.
La luz de la cocina está encendida.
Piensa que su madre debe estar preparando el desayuno.
Se baña con el agua contenida en un pipote.
Con el pelo aún mojado, Victoria se prueba un par de combinaciones de ropa y se mira en el espejo de una peinadora desvencijada.
Se ve gorda con las dos.
Se quita la ropa molesta y camina a revisar su closet.
Lo mira de arriba a abajo, pero en allí solo hay ropa vieja que ya no le entra en el cuerpo, ropa desgastada de tanto uso y ropa pasada de moda que heredó de su tía Francisca cuando pasó a mejor vida.
Nada decente que ponerse.
En otra época ya habría comprado ropa nueva, pero en está economía eso era simplemente imposible.
Recoge la camisa que acaba de tirar al suelo y se la pone una vez más.
6.26. AM.
Parada en medio de un autobús lleno de gente; Victoria mira discretamente a los hombres que están a su alrededor.
Primero al chofer del autobús, un
hombre de 61 años, bigotes, con la camisa abierta casi hasta el ombligo.
Piensa que es un hombre muy masculino y
atractivo.
Piensa que le gustaría olerlo, que debe
tener un buen olor.
A un hombre de 23 años vestido con un mono de tela delgada que le marca claramente la musculatura y el sexo.
Piensa que debe ser muy bueno en la cama.
Ágil por ser un deportista.
Luego a un hombre de 36 años, moreno, vestido con una camiseta y un pantalón ajustado, parado cerca de ella en el medio.
Un hombre para casarse. Serio. Responsable.
Suspira con el corazón acelerado.
Después mira a otro, recostado en el cristal de la ventanilla, un hombre de 45 años, blanco, con lentes y calvicie incipiente sentado en un asiento muy cerca de ella.
Piensa que es malo en la cama, pero que lo compensa porque es buen padre y siempre ayuda a cocinar.
El muchacho del mono se baja del autobús y al pasar detrás de ella, Victoria siente el roce de su sexo sobre sus nalgas.
Inmediatamente comienza a hiperventilarse.
VICTORIA (OFF): Dios mío… ¿Por qué me tienen que gustar tanto los hombres? Respira, vamos, 1, 2, 3…
VICTORIA: Por favor, déjeme por aquí señor.
Victoria camina a la puerta de salida. Mira el pecho descubierto del chofer una vez más cuando entrega los billetes de su pasaje;
se baja del autobús y camina por la acera.
VICTORIA (OFF): ¿Qué voy a hacer con mi vida? Dios mío… No puedo seguir así…
Victoria camina por una calle, perdiéndose entre la gente.
VICTORIA (OFF): Ya no quiero estar sola… No me quiero quedar sola…
MANUEL – 2 AÑOS Y 3 MESES ANTES – 12.22 AM
Manuel está sentado detrás de un editor, un hombre canoso, delgado, de 50 años.
En la computadora, vemos imágenes de Manuel en Parque Central en medio de una redada.
MANUEL (MONITOR: Durante años se pensaba que la productora pornográfica de Parque Central era tan solo una leyenda urbana, pero hoy, los cuerpos policiales de la capital detuvieron a 18 personas que producían y distribuían material pornográfico…
De pronto el teléfono de Manuel vibra y se ilumina.
Manuel sonríe, emocionado escribe: OK, y lo envía.
WILLIAM: ¡NOS VEMOS A LAS 1!
El editor retrocede el material de video y le da play una vez más.
MANUEL (MONITOR): Durante años se pensaba que la productora pornográfica de Parque Central era tan solo una leyenda urbana…
MANUEL: Tengo un almuerzo de trabajo, te dejo encargado. Cuando termines le das la copia a Marco… ¿Ok?
EDITOR: Si va…
Manuel sale de la sala de edición.
Camina por un pasillo y se para a esperar un ascensor.
WILLIAM – 12.35.
WILLIAM, un hombre blanco de 56 años, canoso y un cuerpo atlético muy bien conservado, está reunido con un grupo de 6 ejecutivos; se levanta de la mesa.
WILLIAM: Bueno, esto está bien por ahora. Tengo que ir a almorzar con mi esposa. Continuamos a las 3 ¿Les parece?
Todos los presentes asienten.
William sale de la oficina.
Frente a un ascensor, en un pasillo lleno de gente que espera, Manuel y William se saludan con un movimiento de cabeza y un buen día impersonal.
Manuel acelera el paso fuera del ascensor y sale a la calle.
Toma un taxi.
Con paso más pausado William sale del canal y también toma un taxi en la avenida.
MARTA – 1.20 PM
MARTA, la esposa de William, una mujer blanca, rubia, con unos kilos de más, camina por una calle acompañada de una AMIGA, joven y delgada.
MARTA: Esta zona es bellísima, siempre en movimiento, no te voy a decir que no es insegura, sí lo es, pero el apartamento es divino.
AMIGA: Ay, pero a mí me encanta esta zona…
Marta y su amiga caminan por un pasillo mal iluminado y abren la puerta.
Marta mira extrañada la ropa tirada en el suelo.
Agarra un pantalón.
MARTA: Pero ¿Qué es esto…?
Camina a un cuarto y descubre a Manuel y a William besándose desnudos en la cama.
Se queda paralizada.
Su amiga se acerca detrás de ella.
La amiga mira la escena perpleja por unos segundos.
Las llaves de Marta se caen al suelo.
William y Manuel, se separan sorprendidos.
AMIGA: ¡Ay Dios mío! ¿A dónde me has traído?
La amiga sale del apartamento horrorizada.
Avergonzada, con pasos rápidos Marta sale detrás de ella.
Está en shock.
Pero de pronto se detiene en el pasillo.
MARTA: Mana yo te llamo después…
Y se devuelve sobre sus pasos, entra de nuevo al departamento.
Tira la puerta del departamento con fuerza, camina por el pasillo,
MARTA: El coño de tu madre William… ¿Cómo me haces esta vaina…?
Entra al cuarto y encara la situación teatralmente.
MARTA: ¿Quién es este tipejo? ¿Ah? ¿Un prepago? ¿Un office boy del canal? ¿Un motorizado?
Marta se acerca a Manuel rápidamente.
MARTA: ¡Hijo de puta!
Marta se lanza sobre Manuel, le da un golpe en el pecho y le rasguña en el rostro.
Manuel la contiene con ambas manos, se aparta.
MANUEL: Cuidado. Pégale a él.
MARTA: ¡No me hables! ¡Hijo de puta! ¡Maricón! ¡Vete!
Aunque Manuel se siente humillado prefiere no contestar para no escalar aquello.
William contiene a Marta agarrándola por ambas manos.
WILLIAM: Marta por favor. Contrólate. Esto no significa nada. Esto no tiene ninguna importancia.
Manuel mira a William sorprendido. Toma una camisa del suelo y sale de la habitación.
Marta se suelta de los brazos de William.
MARTA (OFF): Cállate chico. ¿Cómo me haces esto a mí? ¿Ahh? ¡Yo me escoñeté la cuca pariéndote 2 hijas! Pero dios mío, ¿Cómo yo no me di cuenta? Si usas más cremas que yo…
En el pasillo y en la sala, lo más rápido que puede, Manuel toma su pantalón del suelo y lo viste,
sus zapatos.
MARTA (OFF): Tú me pagas la vaginoplastia, me pones las lolas en su sitio y me quitas las arrugas de la cara. ¡No me importa lo que te cueste! Y ni sueñes con volver a ver a tus hijas.
Manuel agarra su bolso y sale del departamento.
Caminando por las escaleras se abotona la camisa. Se la mete por dentro del pantalón.
Su respiración está acelerada.
Se arregla el pelo.
Sale del edificio.
Enciende un cigarrillo.
Se toca el rasguño en el rostro y nota un poco de sangre en sus dedos.
MANUEL: ¿Qué coño acaba de pasar?
Se voltea a ver el balcón del departamento.
Las palabras de William resuenan en su cabeza: Esto no significa nada. Esto no tiene ninguna importancia.
El corazón le late de manera arrítmica.
Camina por la calle sin rumbo, sintiéndose humillado;
dando bocanadas desaforadas a su cigarrillo,
tratando de entender.
ARTURO – 8 MESES ANTES – 11.23 PM.
Arturo entra a la cocina tambaleándose.
Completamente borracho.
ARTURO: ¿Abrimos la otra botella mi amor? Yo la voy a abrir ¿ok?
Arturo saca una botella de vino de la nevera.
Torpemente intenta abrirla con un saca corcho.
LUCÍA, una mujer morena de 25 años con grandes senos y ropa ajustada, entra a la cocina.
LUCÍA: ¿Otra botella Arturo? No, no, yo quería hablar contigo algo serio…
Arturo inserta el saca corcho.
ARTURO: ¿Y cómo qué será?
LUCÍA: Yo lo he estado pensando y dándole vueltas en mi cabeza… y creo que lo mejor es que dejemos esto, tú y yo, hasta aquí…
Arturo se sorprende con la información. Tanto, que se le cae la botella de las manos.
El vino se desparrama en el suelo dejando una gran mancha morada.
ARTURO: ¿Cómo? ¿Qué me estás diciendo?
Lucía se acerca a él.
LUCÍA: Arturo, esto no funciona.
Arturo se sorprende.
ARTURO: Pero mi amor si estamos muy bien. Yo estoy pensando que estamos celebrando. Que tú y yo estamos del carajo. ¿Y ahora tú me sales con esta vaina? Así, de la nada. Yo esto no me lo esperaba…
LUCÍA: Arturo… No estamos nada del carajo. Es más, la semana pasada conocí a alguien. Y es el hombre que yo estaba buscando.
Arturo se descompone rápidamente, se pone mal.
Se le quiebra la voz.
ARTURO: ¿Cómo me dices esto así? Sin anestesia. ¿Tú crees que yo no tengo corazón? ¿Qué yo no siento? ¿Ahh?
Lucía no dice nada.
ARTURO: Yo no me merezco esto. ¿Por qué tú sabes una vaina? Yo a ti te respeto. No te monté cachos. Te trato bien. Como a una reina. Como nadie te ha tratado. ¿Y tú sabes por qué es eso? ¡Porque yo a ti te amo!
Lucía se aleja a él.
LUCÍA: Ay Arturo vale… Yo no te lo quería decir así, perdóname, pero esto se acabó. Yo quiero estar todo el tiempo con mi negro.
Sorprendido.
ARTURO: ¿Es un negro?
LUCÍA: ¿Qué es eso Arturo? ¿También te vas a poner racista? Eso es muy feo…
Arturo comienza a llorar, camina a donde está la botella de vino y la levanta del suelo.
Se empina la botella sobre la boca y se toma todo el vino que resta en el interior a fondo blanco.
Lucia lo mira sorprendida.
Arturo toma una actitud más firme y comienza a gritarle a Lucía.
ARTURO: Esto no se acabó. Yo te amo. ¿Me oyes? Te amo. ¡Como no he amado a nadie en esta vida!
LUCÍA: Arturo… cálmate. No grites por favor. Los vecinos van a llamar a la policía.
Arturo se aparta de ella. Intenta romper la botella dos veces contra el tope de la cocina, pero la botella no se parte. Arturo lanza la botella al suelo y tampoco se rompe.
Lucía lo mira extrañado y se acerca a él.
LUCIA: ¿Qué estás haciendo?
Arturo abre una gaveta. Saca un tenedor; lo tira al suelo.
Una cuchara; la tira al suelo.
Encuentra un cuchillo y se llena de ímpetu.
ARTURO: ¿Tú sabes cómo es la vaina? Que llamen a la policía, a la guardia. A quién sea. ¡Pero yo esta noche me mato! Porque yo a ti no te valgo ni media mierda.
Arturo blande el cuchillo de un lado a otro.
LUCÍA: ¿Te volviste loco? Suelta ese cuchillo.
Arturo está ensimismado.
ARTURO: ¿A mí qué coño me importa vivir, si no estoy contigo? Yo no valgo nada. No tengo nada.
Lucía se acerca a Arturo y comienza a quitarle el cuchillo.
Arturo no se deja.
Lucía forcejea con él.
LUCÍA: Arturo no seas loquito, mi amor, dame ese cuchillo que te puedes cortar… Está bien. Vamos a hablarlo, pero por favor dame ese cuchillo, ¿sí?
Arturo la abraza.
ARTURO: No me dejes. Por favor, no me dejes.
Arturo intenta besar a Lucía, Lucía se deja besar y con la mano derecha acaricia el brazo de Arturo hasta llegar a la mano donde tiene el cuchillo y se lo quita.
ARTURO: Te amo Lucía. Te amo.
Lucía se aparta de él.
LUCÍA: Arturo, tienes que entender… Yo no te quiero…
Arturo al darse cuenta del engaño comienza a gritar.
ARTURO: ¿Solo querías quitarme el cuchillo? ¿Ahhh?
Lucía lo mira y esconde el cuchillo a sus espaldas.
ARTURO: Es verdad lo que me decían… Que tú no quieres a nadie…
Arturo se acerca a la puerta de salida y la abre.
ARTURO: ¿Tú crees que yo no me entero de las cosas? Cómo te has revolcado con media ciudad.
Lucía lo sigue fuera del apartamento.
LUCÍA: ¿Pero de qué estás hablando?
Unas mujeres miran la escena paradas en la puerta del apartamento de al lado.
ARTURO: Yo no lo quería creer, pero yo lo sabía. ¡Me estabas montando cachos! Algo me lo decía. Y ahora tú me lo confirmas.
Lucía descubre la presencia de las vecinas y se acerca a Arturo.
LUCÍA: Estás borracho. Ven acá. Entra. ¡Y deja de gritar!
ARTURO: ¡NOJODA! Tú lo que eres es una puta. Una puta y quiero que todos en esta vaina se enteren. ¡Se te cayó la máscara!
LUCÍA: ¿¡Pero qué te pasa a tí!? Tú a mí no me dices puta. ¿Oíste?
Lucía agarra a Arturo por un brazo y lo sacude con violencia.
Arturo se suelta y camina hacia la baranda desde donde se ve una cancha y otros edificios.
Sube una pierna sobre la baranda.
ARTURO: Déjame solo. Yo no te importo. Deja de fingir que te intereso. Tú lo que quieres es que me calle, que no diga nada. Para que no se enteren tus vecinas. Pero todo el mundo se va a enterar de que yo me mate por tí, de que tú me mataste…
Lucía se acerca a Arturo. Lo hala por una pierna.
LUCÍA: No. ¿De qué estás hablando…? Ven…
ARTURO: Suéltame.
Arturo se balancea sobre la baranda. Lucía lo aguanta con todas sus fuerzas.
LUCÍA: ¡No! ¡No!
ARTURO: Se acabó. Se terminó esta vaina.
Arturo se balancea sobre la baranda.
Dos vecinos de 15 y 22 años, sin camisa, se acercan rápidamente a Arturo y lo agarran por las piernas, por el torso.
Lucía se aparta.
Los jóvenes logran bajar a Arturo de la baranda.
ARTURO: Suéltenme. ¡Suéltenme!
LUCÍA: Ay, gracias, gracias…
Arturo forcejea.
ARTURO: ¡Coños de madre! ¡Suéltenme!
Lucía mira la escena completamente desencajada, sin poder reaccionar.
Los jóvenes entran al baño cargando a Arturo. Lo meten en la
ducha y abren el agua de la regadera.
ARTURO: No. No. No. ¡Ahhhhhhh!
Arturo se calma, se sienta en el suelo de la ducha.
Los jóvenes salen del baño. Se escucha un portazo.
Lucía entra y se sienta en la poceta, llora desconsolada. Se lleva las manos a la cabeza.
LUCÍA: ¿Por qué me haces esto? ¿Ahh?
Arturo no responde.
LUCÍA: Quiero que te seques y te vayas de mi casa. Y no quiero verte más nunca. ¿Oíste? ¿Me estás oyendo?
Arturo respira pesadamente.
El agua le escurre por la cabeza.
VICTORIA – 4 AÑOS ATRÁS – 10.03 PM.
VICTORIA, se besa en la cama con CÉSAR, de unos 35 años, nada agraciado y algo regordete.
César, sin ningún tipo de romanticismo, le quita la ropa, la camisa, el sostén. Le besa los senos.
Victoria lo mira mitad asustada, mitad excitada, pero completamente decidida a entregarse a él.
César se aparta de ella. Se levanta de la cama.
Se quita la camisa. Los zapatos. Los pantalones.
Camina al baño desnudo. No cierra la puerta y se escucha que orina y que se tira un peo particularmente sonoro.
Incómoda, Victoria cubre su desnudez con la cobija.
Comienza a pensar si de verdad quiere entregarse a César.
CÉSAR (OFF): Ya tú vas a ver lo que es bueno.
César regresa a la cama con una erección. Le quita la cobija y se monta sobre ella. La besa violentamente.
Victoria se siente incómoda, no excitada, ni dispuesta. Pierde completamente el interés. Se pone lívida. Se hiperventila. Cierra sus piernas; sus labios, aparta su cabeza.
CÉSAR: Vamos mami… ¿Umm? ¿Qué pasó?
De pronto, decidida, Victoria le dice:
VICTORIA: No. No puedo. No puedo.
CÉSAR: ¿Qué? ¿Cómo qué no puedes?
Victoria se quita de encima a César y se levanta de la cama.
César se levanta también y la agarra por un brazo.
CÉSAR: Ven acá.
La agarra por ambos brazos.
Victoria forcejea con César.
VICTORIA: Déjame. No quiero. No quiero… Soy virgen.
César se sorprende.
CÉSAR: ¿Cómo es la vaina? Llevas toda la noche calentándome el güevo ¿Y me vas a salir con esa vaina de que eres virgen? ¿Ahorita cuando ya estamos desnudos en el hotel?
VICTORIA: ¡Suéltame! ¡Es la verdad!
César la suelta.
Victoria se pone la pantaleta y la falda.
César la mira de arriba abajo, se le acerca una vez más y comienza a besarla a la fuerza.
CÉSAR: Te va a gustar, vamos… Dime que sí. Mamita déjame ser el primero en cogerte. Anda dime que sí…
Le agarra la entrepierna.
Victoria se resiste, aparta sus manos y le dice molesta; decidida.
VICTORIA: No. ¡Déjame! ¿Tú no entiendes un no? ¿O es que quieres que comience a gritar como una loca, que me quieres violar? ¿¡Que me quieres matar!?
César se aparta de ella molesto y también comienza a vestirse.
CÉSAR: Nojoda chica. ¡Ni que estuvieras buena! Yo aquí lo que estaba era haciéndote un favor.
César sale de la habitación a medio vestir y da un portazo detrás de él.
Victoria agarra su blusa y se la pone.
Se sienta en el suelo y comienza a llorar histéricamente.
MANUEL – LUNES 11.46 PM.
Manuel nunca está en su oficina al medio día, prefiere estar en campo, o editando, pero nunca en el canal.
Sabe que esa es la hora de los ejecutivos.
En la llegan, en la que se reúnen, toman café, almuerzan, salen a almorzar.
Y eso solo significa una cosa, que William está en el canal.
Y Manuel prefería no verlo, ni cruzarse en su camino.
Le había cedido ese horario hacia ya más de un año.
Pero hoy tenía que estar allí, porque tenía que pagar los impuestos del SENIAT, llenar la planilla online, imprimirla, firmarla y llevarla al departamento de recursos humanos, todo esto antes de las 2 de la tarde, porque, como cada año, lo pospuso y lo pospuso hasta último momento.
1.52 PM.
Paranoico, Manuel sale de su oficina, cierra con llave, camina por un pasillo, baja unas escaleras y se adentra por el largo pasillo de las oficinas de la directiva.
De pronto, en ese mismo momento, pero por el otro extremo, William sale de una de las oficinas, acompañado de otro EJECUTIVO DEL CANAL, un joven blanco de 32 años.
Al verlo, Manuel sintió como su corazón se le aceleraba dentro del pecho.
Maldijo su suerte.
También nervioso, William se sintió en
la necesidad de decir algo a su acompañante para no pasar al lado de Manuel en
silencio.
WILLIAM: ¡El Real Madrid ya lleva 3 partidos ganados. Tienen los jugadores más arrechos!
EJECUTIVO JOVEN: Naaa… ¡El barsa se recupera y repite ganando la copa!
William y Manuel pasan el uno al lado del otro, mirándose intensamente por unos segundos.
WILLIAM: Buen día.
MANUEL: Buen día.
Molesto. Ansioso. Frustrado; Manuel entrega los papeles en recursos humanos y camina a una terraza al aire libre en la que enciende un cigarrillo.
MANUEL (OFF): ¿¡Cómo es posible que todavía te guste ese viejo pendejo!?
¡Nojoda!
No se puede ser tan desubicado en esta vida.
Debería pedir trabajo en Venevisión o irme del país de una vez,
Largarme de esta vaina.
Buscar trabajo en cualquier canal de Colombia, de Ecuador, de Panamá, cualquier lugar debe pagar mejor que esto…
¡El coño de tu madre!
ARTURO – 3 PM.
En un consultorio, Arturo está sentado en un sofá. Frente a él en una silla
está sentada su PSICÓLOGA, una mujer argentina de 40 años, con lentes de pasta.
ARTURO: …La reparación de ese carro va a costar un realero… Y yo no tengo esa plata… Ahorita la cosa no está buena… No están contratando a nadie… El país está parado… Además el negocio que tenía pendiente se cayó… Y toda la plata de esa inversión me la había prestado mi viejo…
Arturo se pasa ambas manos por la cabeza, preocupado.
La psicóloga aprovecha el descuido y mira la hora en su reloj.
ARTURO: A mi Lucía me daba tanta paz…
Pero ella ya no me atiende ni las llamadas, y yo sólo quiero que hablemos una vez más… Yo sé que nosotros podemos funcionar, doctora. Yo lo sé…
La psicóloga habla con marcado acento argentino.
PSICÓLOGA: Arturo, disculpa que te interrumpa… Nos quedan 5 minutos y quería informarte que a partir de hoy no voy a poder seguir atendiéndote… Tu caso es muy especial…
Arturo la interrumpe.
ARTURO: ¿Cómo especial? Doctora, pero estas sesiones me están ayudando… Hablando aquí yo he entendido muchas cosas… Sobre mí, sobre la vida en general…
La psicóloga ignora el comentario.
PSICÓLOGA: Te voy a remitir a mi colega el doctor Ochoa Cohen, él es psiquiatra.
ARTURO: ¿A un psiquiatra?
PSICÓLOGA: Él tiene mejores herramientas para ayudarte…
Arturo se levanta.
ARTURO: Bueno, yo igual no creo que pueda seguir en terapia… Ya no tengo el dinero.
PSICÓLOGA: Arturo, yo no creo que sea recomendable en tu caso que dejes la terapia…
ARTURO: ¿Cómo qué en mi caso?
La doctora lo mira con cara de circunstancia.
VICTORIA / MANUEL – VIERNES 5:47 PM
Sentado en su oficina, Manuel ojea la prensa fumando un cigarrillo.
En la pantalla de la computadora aparece una ventana, en ella vemos a
Victoria con audífonos.
VICTORIA: Hola, ¿estás ocupado?
Manuel se acerca a la computadora.
MANUEL: No, la verdad es que no… ¿Cómo anda todo? ¿Por qué sigues en tu oficina a esta hora?
Victoria está sentada en un cubículo frente a su computadora. En el monitor vemos a Manuel en su oficina.
VICTORIA: Tengo una cosa fastidiosa atrasada… Nada interesante. Cuéntame tú. ¿Cómo está todo?
MANUEL: ¿Qué te voy a contar? Puro trabajo.
VICTORIA: ¿Nos vemos el sábado verdad?
MANUEL: Sí, sií, seguro…
VICTORIA: Sabes que, mi primita de 25 años dio a luz ayer… Oficialmente, soy la única mujer de mi familia que no ha parido… Y mi mamá lleva ya una semana restregándomelo en la cara…
Bromeando, intentando cambiar el tema de conversación.
MANUEL: Pero nada vence que está semana estoy cumpliendo dos años y cuatro meses sin tirar…
VICTORIA: Ay Manuel, deja de quejarte que eso no es nada...
MANUEL: Victoria. Sal de tu zona de confort.
¡Si quieres conseguir un hombre tienes que salir a buscarlo!
VICTORIA: Quién lo dice…
MANUEL: Touché.
Los dos se ríen.
En el fondo del pasillo Victoria mira a MARIO, su jefe, un hombre blanco, alto, grueso, entrado en los 40.
VICTORIA: Pero tú no has entendido… Yo no tengo que ir a buscar hombre a ninguna parte… El hombre que yo quiero está aquí, en mi oficina. Es mi jefe. No puedo con él. Es demasiado bello y varonil…
MANUEL: Ahhh… Pero eso es otra cosa...¿Ya han hablado?
Victoria mira a Mario hablar con la SECRETARIA, una mujer bella, de curvas prominentes y de unos 27 años, ambos se ríen animadamente.
VICTORIA: No. ¿¡Estás loco!? ¿Qué le voy a decir…?
MANUEL: Dile algo mijita. Cualquier cosa… ¿Qué sé yo? ¿Algo del trabajo?, lo que se te ocurra…
Victoria aparta su vista del monitor y mira de nuevo hacia donde está Mario.
VICTORIA: Me encantaría besarlo. Abrazarlo. Hacerle el amor…
Exasperado por lo que escucha, Manuel le grita a Victoria frente al monitor de su computadora.
MANUEL: Bájate de esa nube mijita. ¿Cómo lo vas a besar, a abrazar y a hacerle el amor si ni siquiera le has hablado? Invítale un café primero. Una cerveza. Algo… ¿Entiendes? Primero Háblale ¡HÁ-BLA-LE!
Victoria mira a Mario embelesada.
ARTURO / MANUEL – 11:24 PM.
Arturo y Manuel están sentados en un mirador sobre el capó del carro de Manuel.
Se escucha “La danza de los esqueletos” de Desorden Público.
Arturo sostiene un porro encendido entre sus manos. Vemos el valle de Caracas iluminado en el fondo.
ARTURO: ¿Tú sabes cuánta gente debe estar mamando cuca, güevo y culo en este momento allá abajo…? ¡Nojoda! Y nosotros aquí, solos, sentados como unos pendejos fumando marihuana…
MANUEL: ¡Coño deja de hablar tanta paja y tanta guevonada y pásalo vale!
Arturo le da un jalón al porro y se lo acerca a Manuel.
Manuel se lo quita de las manos.
ARTURO: No son un carajo pajas, ni güevonadas. Créeme panita, todos están tirando. Aquí mismito. Frente a nuestras narices… ¡TODOS! ¡Nojoda! El coño de sus madres. Y tú y yo pelando bola. En verano, en sequía… ¡Esto no hay quién lo aguante mi pana!
Arturo intenta quitarle el porro a Manuel.
MANUEL: Ya va. ¡Coño!
Le da un último jalón.
ARTURO: Yo solo quiero una mujercita con un cuerpito divino, y una boquita carnosa, y unas manitos chiquiticas… Que me diga:
Pone una voz femenina.
ARTURO: ¿Gordito quieres tirar?
Manuel lo mira riendo y negando con la cabeza y le pasa el porro.
Arturo vuelve a hablar con su voz normal.
ARTURO: Igualito que como me decía Lucía.
MANUEL: Coño la vas a tener difícil, porque ninfómana y empoderada así como es Lucía no debe haber muchas…
ARTURO: ¿Tú te acuerdas de Sandra?
MANUEL: ¿De quién?
Le da el porro de nuevo a Manuel.
Manuel fuma.
ARTURO: Sandra, la que era mi novia en el viaje de graduación del colegio.
Manuel se ríe.
MANUEL: ¡Claro! Esa pana estaba más loca que tú... Pero era bella Sandra. Me acuerdo.
Arturo le pasa el porro a Manuel y Manuel le da un jalón.
ARTURO: Mmj. Voy a buscarla en Facebook. Capaz está soltera y quiere echar un polvo, por los viejos tiempos…
Manuel se ríe.
MANUEL: ¡Seguro!
ARTURO: Hoy terminaron mis sesiones con la psicóloga…
Manuel habla conteniendo la respiración.
MANUEL: ¿Pero no me habías dicho que te estaban ayudando?
ARTURO: Sí, pero no… Al final la consulta contigo me sale gratis.
MANUEL: ¿Y a mí quién me hace la consulta?
Arturo le quita el porro a Manuel.
ARTURO: Ah vaina… Yo mesmo soy.
MANUEL: Yo ayer me encontré a William en un pasillo.
ARTURO: ¡¡¡What!!! ¿Y qué? ¿Hablaron por fin?
Arturo aspira del porro.
MANUEL: No… No hablamos… Pero se me quedó mirando como con una intensidad, como con unas ganas de decir algo más que buenos días…
Arturo se le queda mirando.
ARTURO: Nojoda Manuel. ¿De verdad tú vas a seguir con eso?
¿¡Después de dos años de silencio!?
Bájate de esa nube.
¡Ese tipo es un pajúo! ¡No te quiere decir nada!
Manuel resopla, entiende claramente que Arturo tiene la razón.
Frustrado se levanta del carro y se acerca al borde del cerro.
Saca un cigarrillo y lo enciende.
MANUEL: Ay brother yo no entiendo nada, de nada, de nada…
El amor es demasiado complicado…
Arturo se acuesta deprimido en el capó del carro.
Está de acuerdo con Manuel.
ARTURO: Mi abuelo decía: Si la mente no entiende, el cuerpo sufre…
Manuel lo ignora.
Mira a la ciudad en silencio.
Pensativo.
De pronto comienza a asentir.
MANUEL: Debe haber como novecientas mil gentes tirando allá abajo…
Y nosotros aquí solos, fumando marihuana, como unos pendejos…
Lleno de envidia, molesto por su suerte.
MANUEL: ¡El coño de sus madres!
Arturo sonríe, se levanta del carro, se acerca al borde de la montaña y grita con todo lo que le dan los pulmones.
ARTURO: ¡Coños de madre!
Los dos se ríen mirando las luces de la ciudad.
Una luna llena, brillante ilumina la noche caraqueña.
Continuará...
(Basado en el guion “More lonely nights” de Sergio Marcano y Bernardo Izsak)
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