Por Sergio Marcano.
Iluminadas por lámparas de querosén y por la luna, cuatro embarcaciones pescan unas cerca de las otras.
En uno de los botes Eva mira al cielo, de un lado al otro, preocupada.
EVA: Hay un silencio raro esta noche…
¿No les parece?
Prestando atención a las palabras de Eva, César también mira a su alrededor, pero no nota nada raro y prefiere concentrarse en la faena.
CÉSAR: Ayuda corazón…
Entre todos, sacan una pesada red de las aguas,
lo peces atrapados en ella, se agitan desesperadamente, tratando de respirar.
Eva comienza a soltarlos de las redes y a arrojarlos en el centro del barco;
César, Alirio y Alexis hacen lo mismo.
ALIRIO: Estos pescados están raquíticos.
CÉSAR: ¡Están buenos para hacer sancocho!
Alirio se ríe.
ALIRIO: ¡Ay compadre!
Este país está empavado…
CÉSAR: ¿¡Como va a decir eso compadre!?
Si, estamos mejor que nunca.
Alirio resopla completamente desacuerdo, pero prefiere no caer en polémicas y mantiene su boca cerrada;
en la red un pequeño bulto de papel aluminio atado con hilo negro; llama su atención.
Alirio lo desprende cuidadosamente y comienza a abrirlo con las dos manos;
en el interior del papel metálico hay 3 muelas, un largo mechón de pelo negro, y las vísceras sangrantes de un animal.